lunes, 6 de octubre de 2014

IronMan: Lo que no se puede comprar


¿Estoy preparado? No paro de preguntármelo, sobre todo por la noche. Doy vueltas enrollándome y desenrollándome en mis sábanas. Y por mucho que sude y me eche las manos a la frente  no doy con la respuesta.

No lo sé. Es cierto que ya hice uno, por eso le tengo miedo, mucho miedo. Me aterra la idea de fracasar, la idea de no  poder contra tí. Tus 3,8 en el mar, tus 180 sobre la bicicleta y tus 42,2 en el infierno. Son muchas horas y el cuerpo puede reaccionar de cualquier manera. He visto a gente muy potente, más que yo, quedarse a media carrera.

He tenido semanas de relajación, entrenos suaves, días en la cama, despertadores rotos... Y eso puede pasarme factura. Pero también he luchado contra tormentas, he madrugado antes de que el sol se vea salir, he llegado a casa con rampas en mis piernas y he gritado sobre fuertes puertos de montaña. Y eso, me puede hacer coronar un IRONMAN.

¿Cómo responderé esta vez? ¿Mi cuerpo podrá llegar a los límites que impone esta competición? ¿Mi cabeza aguantará la presión? No lo sé.

Pero entre esta incertidumbre sí que hay algo que tengo claro: "Voy a luchar con todo" Cerraré los dientes desde el inicio, y con una meta visualizada en mi cabeza, nadaré, pedalearé y correré contra todo pronóstico.


Aquí estoy otra vez, delante del mar. A la espera de un disparo que indique el inicio del IronMan, una prueba que consiste en nadar entre aguas abiertas 3,8 km, pedalear 180 km y correr 42,2 km.

La tormenta que hay sobre nosotros da miedo, mucho miedo. La natación no me preocupa, al fin y al cabo si la organización nos permite nadar será porque es seguro, aunque en algún momento llego a dudar al ver varios rayos impactar sobre el agua. Me da miedo el ciclismo, 180 km sobre una asfalto mojado son muy peligrosos.

Muchos competidores recogen su bici y se van a su casa. Las condiciones son nefastas. Escucho un comentario entre la multitud:

"Somos IronMan, sí. Pero no gilipollas, esto es muy peligroso"

Pues yo soy IronMan y gilipollas.

Suena el disparo inicial, me pongo en cuclillas y con los dientes cerrados me digo lo mismo que en el resto de competiciones: "Calma, Cabeza y Coraje"

Antes de lanzarme al agua, me giro y lanzo un grito al público para animar el ambiente. Les hace gracia.
 



Empiezo a nadar con calma,  no quiero desgastarme nada en esta primera disciplina. Poco que explicar de los 3,8 km. Suaves y sin dificultades.
 
 
 

Pero las complicaciones llegan cuando al km 1 reviento rueda. Es la delantera, la tubular. Es decir, no hay recambios.

Bajo de la bici y me siento en la cera con la manos en la cabeza. No sé qué hacer. Todo el público se acerca e intenta ayudarme como pueden: Unos me animan, otros llaman a compañeros o organizadores para pedir recambios y otros tocan y giran mi rueda sin saber muy bien qué hacer.

El primer punto de asistencia mecánica está a 15 km. ¿Tan difícil era alquilar un par de furgonetas de asistencia mecánica?. Me dispongo a cometer una locura: Monto la llanta en la bici y me la cargo a la espalda, empezamos con 15 km running con una bici sobre la espalda. Pero me doy cuenta de que es absurdo, es posible que consiga llegar hasta el punto mecánico, pero luego... Tienes un IronMan por delante.

Me espabilo de otra manera y consigo una rueda tubular, pero no tengo banda para pegarla porque me la han despegado. La monto sin banda y a pedalear. Llevar un tubular sin estar pegada implica un enorme riesgo, y es que en cualquier curva puede saltar el neumático de la llanta y romper el asfalto con el cuerpo.

Empiezo a un ritmo muy bajo, me da mucho miedo las condiciones de mi bici. Llego a Llavaneras, primer punto de asistencia mecánica. Pido un banda para la rueda tubular y para mi sorpresa no tienen.

"¿Que tenéis en el maletín?, ¿Una llave allen de Decathlon y una cámara de BTT o qué?"

Entre quejas y gritos de rabia sigo rodando. Será todo un milagro si hago 165 km más así.

Los primeros 40 km los hago tranquilo por el temor que tengo a que se me salte la rueda. A partir de allí empiezo a apretar a los pedales, aunque no piense en el tiempo ni n la posición tengo piernas para subir la exigencia.
 


En el km 80 tengo a mi familia que me tienen preparados unos bocadillos de pavo para poder comer. Pero desgraciadamente la mala organización de la carrera no les permitió estar en ese punto. Me quedo sin comer alimentación normal, así que tendré que tirar a base de plátanos y energéticos. Sé que acabaré vomitando por esto.

En el km 100 me entra un bajonazo, empiezo a notar los calambres en las piernas y fuertes mareos. De verdad que no lo entiendo, no he ido fuerte y aquí no debería sufrir. He hecho entrenos de más de 100 km y a mayor ritmo y me encontraba mejor.

Posiblemente paso uno de los peores momentos de la carrera, no tanto muscularmente sino psicológicamente. Si estoy así ahora esto no lo acabo. Y comienza a atacar la cabeza, como siempre.  No la escucho, intento pensar en otras cosas para evadir el sufrimiento, pero todos mis esfuerzos son inútiles. Hasta el km 120 voy cambiando de posiciones para distraer el cuerpo con distintas posturas.

Me apoyo sobre mis acoples y me dispongo a rezar igual que en el anterior IronMan, me estoy quedando sin recurso. Cada uno que piense y crea lo que quiera, pero despierto y recupero mis piernas.

Pongo un ritmo fuerte y empiezo a avanzar a muy buena velocidad. Las subidas me subo sobre los pedales y en las rectas voy acoplado. De repente me pasa un grupo de siete triatletas (Los llamo así y no los llamo IronMan) aprovechándose las ruedas los unos a los otros. Esto en el triatlón de larga distancia es completamente descalificatorio. Uno a de correr sólo de inicio a fin, sin ayuda de nada ni de nadie. Les dejo espacio, no quiero participar en esta hipocresía deportiva. Me da igual si me sacáis una, dos o tres horas, yo habré acabado luchando cada quilómetro de manera individual. Vosotros soy el ejército persa, yo soy espartano.

Y llego a la última parte, me cambio la ropa y empiezo a correr. El cuerpo me pide que suba el ritmo y me ponga a adelantar sin piedad, pero ya he tropezado con esa piedra, y como mal humano, no lo volveré a hacer. Esta vez dosificaré e iré apretando el ritmo a medida que avancen los kilómetros. El objetivo está en no caminar.

Nada que deciros de los primeros 20 km, no me cuestan en exceso. Pero a partir de allí comienza lo que es realmente el IronMan, 22 km de la meta.

Empiezo a vomitar los geles digeridos en la bicicleta, pero no paro en ningún momento, sigo luchando por no parar.

Más de dos horas pensando lo mismo: "No pares".
 

 

He salido a correr en plena tormenta, he salido a pedalear de madrugadas, he coronado puertos con tembleques en las piernas, he nadado con picaduras de medusas, he llevado semanas de mal humor, semanas de mal dormir, me he puesto enfermo por sobre entrenos... Y sobre todo, llevo desde las 9 de la mañana peleando por una meta que tengo a sólo 20 km.

En cada calada de aire expulso un pedazo de la mítica bestia que nos atormenta las semanas previas a las carreras. Ya lo tengo, es mío, no pares de correr.

Con mareos y terribles dolores en cada pisada escucho mi nombre entre la multitud. Miro hacia el lado y veo a un amigo y a una amiga que han venido a empujarme los últimos km. Eso me da una fuerza bestial para seguir con la cabeza bien alta.

Y así estoy durante la última hora, con los dientes cerrados visualizando la meta más dura de mi vida. Se me lagriman los ojos al pensar por todo lo que he tenido que pasar para llegar hasta donde estoy. A sólo 3 km de ser IronMan por segunda vez, pero esta vez sin caminar ni parar.

Está mi hermano como siempre en los últimos kilómetros (Lleva con migo desde las 6 de la madrugada) pero rechazo su ayuda de correr los últimos kilómetros juntos. Esta vez acabaré sólo, sin que nadie me ayude.

Y llega aquel pasillo azul que llevo más de 6 meses imaginándome. Es mucho más impresionante de lo que había visualizado.

Una alfombra azul con multitud de manos que sobresalen lanzando gritos de felicitaciones. Un marcador al final de este donde sale un tiempo que no me interesa.

"¡¡¡Youuuu are an Ironman!!!" Grita el speaker a la vez que me alza la mano para que le choque.

Corro de lado a lado del pasillo central para chocar las manos de todos los presentes que me están animando a tope. Me paro a 1 metro de la meta con los ojos bañados en lágrimas y lanzo un grito que se acaba por falta de voz.
 
 

Intento hacer unas flexiones para bromear con los expectantes pero me entra una rampa y lo dejo correr (nunca mejor dicho).

Me cuelgan la medalla, la medalla más bonita que he visto en mi vida. Una medalla que no la regalan ni puedes comprarla aunque tengas todo el dinero del mundo. Es una medalla que uno se cuelga cuando es un hombre de hierro.

Salud y km, muchos km, muchísimos...

 

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