lunes, 24 de octubre de 2016

Segundo intento en Los Templarios


Estamos ya preparados en la línea de salida en Millau, ciudad situada en el sur de Francia. El ambiente que rodea la carrera es único, no sólo se celebra una fiesta deportiva al redor de la carrera, sino que la gente vive las competiciones con auténtica pasión por los corredores.

Se respira algo indescriptible. Al fin y al cabo, dicen que es la ciudad donde se originó el trail, es la competición donde empezó este maravilloso y duro deporte.

Suena la canción de los templarios a 10 segundos del inicio. Se genera un silencio por parte de los corredores y del público como si se tratara de un acto de respeto a la montaña. Mi piel florece.

A pesar de mi experiencia y mi calidad técnica en las carreras de montaña hoy tengo miedo. Hay que recordar de que el año pasado esta montaña me lo hizo pasar muy mal y he venido a sacarme esa espina que me dejó.

Este año me he juntado con los más rápidos. Corro “Les trobadours” 12 km de intensa y técnica montaña donde no hay tiempo para respirar.

Tres segundos del inicio. Cierro los ojos y me lo creo: “Jorge, es tu carrera. Tu mandas”.

A un segundo de la salida compruebo que está mi elefantito en el bolsillo y salimos como si se tratara de 800 metros lisos. Mi idea era empezar con precaución, pero no pienso dejar que la cabeza me gane ni un solo metro. Vamos a 3 min/km pero a los pocos metros reducimos a 3:25 min/km y nos estabilizamos en esta primera parte llana.

Un primer km de asfalto donde ya rompemos radicalmente la carrera un grupo de 7 corredores. A partir de ahora mis “Kalenji Kiprace” sólo pisarán montaña. Decido tomar la iniciativa y apretar en la primera subida de pista.

A medida que pasan los primeros km escucho menos jadeos tras mi nuca. Se van quedando descolgados poco a poco hasta que empieza la parte técnica y sólo quedamos dos.

He forzado mucho para quedarme en la cabeza y no he podido dejar a todos atrás así que le dejo mi plaza y bajo el ritmo. Las piernas me pesan mucho y no hemos llegado ni a la mitad de la carrera. Llego arriba del primer trecho técnico en tercera posición, pero a rueda del segundo.

En el plano y en la bajada me veo el más fuerte de la carrera, pero no aprieto el ritmo ya que el terreno es excesivamente agresivo y puedo perder la carrera por caída o torcedura. Me pongo justo detrás suyo y cojo aire.

Es curioso mi planteamiento precavido de las carreras en comparación a lo que era. Ya he tenido los suficientes fracasos para saber que a estas carreras hay que respetarlas.

El trail va transcurriendo y dejo escapar al segundo corredor en un par de subidas que bajo considerablemente el ritmo para no llegar al fallo muscular. Decido no arriesgar en las bajadas (teniendo los cuádriceps así hablamos de 50% bajar sin caer, 50% barrer el suelo).

Trozos que recorto distancia y otros que la pierdo. La conclusión es que llego al pasillo de meta con la tercera posición afianzada.

Me paro en la línea de meta y me arrodillo con la cabeza apoyada en el suelo. Es un gesto que nunca me imaginaría que haría, pero fue tan espontáneo que me dejé llevar. Posiblemente fue una reacción tras sacar todos los miedos de mi cuerpo y demostrarme que soy capaz de subirme al pódium en el festival de los templarios.


“Jorge Tarrago From Espagne” Grita el speaker.

Miro a mi equipo Kalenji España que me han apoyado desde el minuto 0 y alzo los brazos para corresponderles. Ellos confiaban en mí y eso han sido inyecciones necesarias de energía para la carrera.

Más motivado que nunca para seguir dando mi 100% en la montaña.

Salud y técnicos km,



sábado, 17 de septiembre de 2016

Midnight Trail Barcelona 2016


Hoy corro en mi casa. Desde hace años que llevo explorando esta montaña, he recorrido miles de kilómetros por estas pistas y estas trialeras. Hoy corro en Collserola, Barcelona.

La salida siempre impone, por mucha experiencia que tengas y por mucha confianza que tengas en ti mismo los atletas siguen dando miedo. Me auto convenzo de unas palabras que me dijo un amigo antes de una carrera en la que debatíamos las dificultades de subir al pódium: “Jorge, tu eres caballo ganador”

Suena el disparo inicial y nos lanzamos al ataque. Es un primer kilómetro y medio de bajada donde está claro que los primeros querrán correr para coger el primer sendero sin torpezas. Sabía que la cabeza de grupo iría rápido… Pero no me imaginaba que empezaríamos por debajo de los 3 min/km.

Una mala salida junto con atletas que entorpecen mi ritmo me dificulta mucho coger a los tres primeros que se desmarcan a los 500 metros de carrera. Al segundo km voy con ellos.

Seguimos bajando por una pista que me la conozco de memoria. Los tres primeros imponen un ritmo que prefiero no seguir y mantenerme un poco al margen. Soy un corredor que siempre pruebo en la cabeza del grupo y no dejo que nadie se me escape en los primeros kilómetros, pero lo de hoy es lo nunca visto. Siguen por debajo de tres.

No me preocupa en exceso porque no los pierdo de vista. Llegamos a la carretera de las aguas, toca un plano de unos 3 km. No les recorto distancia, siguen yendo con mucha fuerza. Me asusto, no es normal que no bajen el ritmo. Hay una realidad a la que me debería ceñir: “Si no estoy allí con ellos, es porque no puedo” Pero hay una parte más soñadora: “Si no estoy allí, es porque no quiero” Me aferro a esto y cambio el chip: “A por ellos”. Subo mi ritmo y junto con ellos lo inevitable, mis pulsaciones.

Sé que estoy arriesgando, luego viene un km en el que acumula más de 200m de D+. Si llego allí tocado se acabó todo.

Llega el primer reventón del grupo de cabeza. Adelanto al tercero con cierta facilidad, me queda, los dos primeros (entre ellos el actual campeón de Barcelona night trail).

Empezamos rampas superiores a un 25% de pendiente, 200 metros de escaleras y para concluir una subida de rocas de más de 250 metros de largo. Se me hace tan duro que cuando subo el último escalón me da una arcada y expulso unos cuantos quicos. No sólo aguanto como puedo la última rampa, sino que también pillo a la cabeza. Ya estoy aquí.

Sigue transcurriendo la carrera y rompemos el grupo de tres quedándonos dos en la cabeza. Le lanzo algún ataque para dejarlo atrás, pero me aguanta sin forzar la respiración. Dónde hay pierna… Poco hay que hacer. Se me escapa y aguanto la segunda posición hasta el templo del tibidabo. Pero esto no acaba aquí, queda lo peor, subir hasta el punto más alto y volver a bajar.

No sé si habéis subido ese templo por las escaleras de caracola estrechas. ¿Son duras e? Imaginaros lo mismo tras correr 15 km de locura y con la presión de que hay un atleta a menos de 10 metros con un solo objetivo: Ganarte.

Mi cabeza me pide tres mil veces por segundo que pare y camine. Noto que la musculatura me está fallando, está llegando a su límite. Como si en cualquier momento voy a caer desplomado a sólo unos escalones de la meta.

Llego arriba sin reservas, sin nada, ya sólo es la cabeza quien está empujando al cuerpo. Va, sólo quedas tú, tira de mí. Todo mi cuerpo ha cedido. Bajo ayudándome con los brazos y a trompicones como si me persiguiera el diablo.

Cruzo la meta en segundo lugar representado al equipo de Kalenji. Estoy contentísimo de mi resultado porque una vez más sé que he dado mi 100%. Un pódium que me ha costado mucho sufrimiento físico y también tiene su dura parte psicológica en carrera.


Espectacular inicio de temporada. Con mucha fuerza física y mental.

Un detalle que no se me puede olvidar: Sigue estando mi elefantito en el bolsillo de mi pantalón.

Salud y km,

miércoles, 27 de enero de 2016

Nacer, entrenar y arriesgar


Cursa sant vicenç de Mollet del Vallès

Los comentarios previos a la carrera se basaban en quien quedaría segundo, tercero, cuarto… A mí me nombraban a partir del cuarto puesto, las tres primeras posiciones estaban ya cogidas, sobretodo la primera, como si se tratara de una lista inamovible. Y lo bonito del deporte, en realidad, está en las sorpresas y no en lo que se supone que tiene que ocurrir.

Todos hablaban del mismo: Otmani. Un corredor que juega en otra liga, muy por encima del resto. Pues en ese momento me creí la imposibilidad de robarle la posición. Pero lo que piensas fuera de competición no tiene nada que ver con lo que piensas cuando estás dentro.

La gente me conoce y estoy entre los favoritos, pero paso a un segundo plano. En el momento de la salida sólo había una persona que se creía que podía ganar, y desgraciadamente, no era yo.

Suena el disparo y me coloco en el primer grupo de carrera. Durante los primeros km me mantengo muy cómodo, pero no quiero arriesgar a escaparme, tomaré las decisiones según lo que hagan los tres fantásticos que todo el mundo me ha estado nombrando.

Hasta el km 3 nadie toma la iniciativa y lo único que sucede es una selección natural por un ritmo progresivo.

Sólo empezar escucho muchas zancadas que resuenan por la parte trasera de mis oídos, a los dos km ya se escuchan menos, y menos, y de repente sólo escucho unas pisadas. Miró hacia al lado y me pasa Otmani por debajo de tres minutos el km. Estamos en el km 6 y aún queda mucha carrera por delante.

Cierto es que a menos de 10 metros hay dos corredores, pero en estas carreras hay una cosa clara que aprendí en un trail de montaña que iba en la cabeza con dos grandes campeones, les advertí que a menos de 20 metros teníamos una atleta. Recuerdo que me sonrió y me dijo: “Si no está aquí no es porque no quiera, es porque no puede”.

Me da la sensación de que el atleta marroquí se me puede escapar, no le puedo dar ni un metro de confianza, tengo que estar detrás de sus talones. Allí entra un debate en mi cabeza, si conservo la posición no tendré problemas, pero me he de conformar con un segundo lugar. Si le intento seguir puede ser que gane, pero caigo en el riesgo de petar e irme fuera de todo pódium. Se resuelve mi duda rápido, me siento bien y voy a apretarle, me olvido de quien es y me centro en pensar en quien soy yo.

Miro mi reloj y veo que voy por debajo de 2:50 el km y estamos cruzando el km 7. Aguanto allí con la incertidumbre de cómo responderá mi cuerpo.

Estos momentos de carrera son espectaculares, hay muchísimas personas animando y gritando en cada punto de la carrera, una cámara sobre una moto a menos de un metro de tus piernas y una tensión especial provocada por el corredor que tengo a mi lado.

Tengo una cosa clara, si llegamos a la pista juntos… Ganaré, no perderé en un sprint. Me seducía mucho la idea de luchar toda la carrera los últimos 100 metros, pero no pudo ser así. Algo pasa con Otmani y se queda atrás, me quedo con el liderato de carrera a tan solo 1,5 km de la meta.


En esos momentos sé que he ganado, aunque queda una última subida. Estoy cómodo y el segundo puesto está suficientemente alejado para que pueda saborear un último km de carrera.

Llego a la pista de atletismo y se me pone la piel de gallina, hay muchísima gente aplaudiendo en silencio. Pero eso no es lo que me hace emocionarme, sino las caras de sorpresa de la gente.

Cruzo la meta y grito de emoción. Esta carrera la corrí hace tres años y me llevé una decepción al quedar en posición 33. Prometí algo: “Volveré”, no hace falta especificar para que quería volver, se sobreentendía. Hoy vuelvo a estar aquí, pero los papeles han cambiado.  33:32 minutos



Miro a la persona que sí creía en mí y me lanzo sobre ella, vuelve a estar una vez más al pie del cañón. No sólo en la meta sino durante toda la carrera. Porque como siempre, en el bolsillo interior de mi pantalón me acompaña el ya famoso elefantito con la trompa hacia arriba. Gracias una vez más.

Una última reflexión: En el deporte y en la vida, hay muchos que nacen y se entrenan para algo, pero el mejor entre todos estos, es el que se equivoca, es decir, el que arriesga.






Un gran honor haber ganado también en categoría equipos con Kalenji Team. Gracias por hacerme más fácil esto, increíbles sensaciones con la nueva equipación de Kalenji.