miércoles, 15 de octubre de 2014

Duatlón por parejas Vallromanes

Joan Parés y yo llegamos a Vallromanes a las 07:30 am dispuestos a correr un duatlón por equipos, el pedalea y yo corro. Queremos ir con tiempo para tomarnos las cosas con calma. La presión previa a una carrera ya es suficiente como para quitarle tiempo.

Dejamos la bici en boxes y comenzamos a calentar junto con el resto de corredores. Nos comentan que la parte a pie es fuertemente técnica, mientras que la ruta de ciclismo es muy pistera, esto nos cambia bastante los papeles y nos perjudica enormemente.

Conozco a varios de los duatletas: Arnau Pericas es uno de los favoritos para ganar esta carrera, es muy completo tanto sobre ruedas como a pie. Cuanto más duro y técnico sea el circuito más posibilidades tiene de ganar la carrera.

Otro duatleta procedente de Sudamérica, Evert, con el que he coincidido varias carreras. A pie no es un problema, pero sobre la bicicleta es el corredor con más fuerza de todos, sin duda.

Por último está un hombre de unos 30 años que se dedica profesionalmente al ultrafondo de montaña, este corre por parejas, puede ser uno de mis rivales más directos.

El resto de corredores no los conozco (unos 200), pero se nota que hay gente potente.

Me pongo en la primera línea de salida, quiero salir aireado pero sin coger la cabeza. Suena el petardo de inicio y comienza una primera prueba de carrera a pie durante 7,5 km con un fuerte y técnico desnivel de montaña.

Sale un grupo de 10 corredores como balas, marcan un ritmo que si consiguen aguantar hasta el final de la carrera es posible que batan algún record mundial.

Siempre he sido un corredor alocado, de esos que salen como piulas y aguantan los últimos km con los dos pulmones fuera, de esos que no permiten que nadie les adelante en la carrera con el enorme riesgo de caer desfondado, de esos que no saben que es la estrategia ni la prudencia. Pero desde hace ya un tiempo he aprendido a pensar en estas carreras, procuro jugar psicológicamente con los corredores.

Prefiero mantenerme a la espera, se perfectamente que es lo que pasará: irán cayendo del grupo uno a uno. Si no bajo el ritmo los iré recogiendo. A mí me va a fortalecer mucho a nivel mental, y a ellos les va a hundir.

Mis pronósticos son correctos, caen y caen hasta que antes del segundo km me pongo en segunda posición.

Empiezan las trialeras de subida, pura potencia de piernas, no es mi especialidad pero aguanto bien la posición. El primer clasificado lo tengo justo delante, y este, no tiene pinta de que se va a dejar caer.

Las bajadas recorto distancia, bajo con fuerza y buenos reflejos al apoyar los pies, pero el dolor del tobillo me genera desconfianza y basculo la pisada al pie derecho. Hay trozos que son muy duros: crestas, rocas, saltos, barro… Pero mantengo el equilibrio en todo momento.

Para mi sorpresa me adelanta el tercer clasificado. Es la primera vez que alguien me adelanta en bajada técnica. Si estuviera en mis plenas facultades podría haberme hasta incluso distanciado, pero no me noto cómodo. El cuarto corredor está justo detrás de mi espalda, es Arnau. Me quedo gratamente sorprendido de su fuerza muscular, luego ha de pedalear 22 km, yo descansaré.

A dos km de la meta cogemos ya la parte de pista, y allí subo el ritmo hasta que me vuelvo a colocar en segundo lugar distanciándome del resto. El primero, ya no lo vemos.

Llego a la transición en segundo lugar y le paso el relevo a Joan, le tocan 20 km de BTT. Al cabo de dos minutos llegan el chico de ultrafondo y el sudámericano.

La espera consistió en calentar y hablar con el resto de parejas de la carrera. La gente nos tiene como uno de los favoritos. La gran disputa está entre nosotros y el ultrafondista con su pareja, que parece ser un campeón del DownHill.

Llega el primer clasificado, Evert, y se dispone a correr la última parte. 3,5 km a pie de montaña. Llega el segundo y el tercero, donde se encuentra una sorpresa, una pareja con la que no contábamos. Justo después llega Arnau y al cabo de un minuto llega Joan. La carrera de Joan es increíble para el nivelazo que hay en esta segunda disciplina sobre ruedas.

Joan me da un susto de muerte al saltar por encima de la bici a 10 metros de los boxes. Afortunadamente se levanta con rapidez y me pasa el relevo. Esto le hace perder unos segundos que permiten a dos corredores de equipos salir por delante mío a un ritmo de 3 min el km aproximadamente. Salgo con calma, se que se van a desfondar.

Efectivamente, a los 500 metros les adelanto y me coloco en segunda posición. El primero es inalcanzable, tendré que luchar esta posición y no creo que tenga problemas.

De repente el flato ataca, y me hace bajar mucho el ritmo, aunque muscularmente estoy muy bien. Me adelanta el otro favorito y me quedo en la esquina del podium. Otro adelantamiento y nos echan fuera.

En la primera parte ya he demostrado que soy el corredor más fuerte (excluyendo al primero que tenía una pareja mixta en la bici) , sólo ha de desaparecer el flato para poder volver a hacerlo.

A un km de meta desaparece y marco un ritmo que le recorto metros por segundo al temido profesional del ultrafondo. Le voy a adelantar en los últimos 100 metros, lo sé, el se gira para mirarme y no es capaz de mantener la distancia.

A 100 metros de meta se desvía por un camino equivocado y le adelanto. Aquí tomé una decisión que posiblemente no sea la más competitiva, pero si la más deportiva. Cederle la posición aún creyendo que lo hubiese adelantado.

Y con eso que nos quedamos, una posición en el podium de la manera más deportiva.
Salud y km


lunes, 6 de octubre de 2014

IronMan: Lo que no se puede comprar


¿Estoy preparado? No paro de preguntármelo, sobre todo por la noche. Doy vueltas enrollándome y desenrollándome en mis sábanas. Y por mucho que sude y me eche las manos a la frente  no doy con la respuesta.

No lo sé. Es cierto que ya hice uno, por eso le tengo miedo, mucho miedo. Me aterra la idea de fracasar, la idea de no  poder contra tí. Tus 3,8 en el mar, tus 180 sobre la bicicleta y tus 42,2 en el infierno. Son muchas horas y el cuerpo puede reaccionar de cualquier manera. He visto a gente muy potente, más que yo, quedarse a media carrera.

He tenido semanas de relajación, entrenos suaves, días en la cama, despertadores rotos... Y eso puede pasarme factura. Pero también he luchado contra tormentas, he madrugado antes de que el sol se vea salir, he llegado a casa con rampas en mis piernas y he gritado sobre fuertes puertos de montaña. Y eso, me puede hacer coronar un IRONMAN.

¿Cómo responderé esta vez? ¿Mi cuerpo podrá llegar a los límites que impone esta competición? ¿Mi cabeza aguantará la presión? No lo sé.

Pero entre esta incertidumbre sí que hay algo que tengo claro: "Voy a luchar con todo" Cerraré los dientes desde el inicio, y con una meta visualizada en mi cabeza, nadaré, pedalearé y correré contra todo pronóstico.


Aquí estoy otra vez, delante del mar. A la espera de un disparo que indique el inicio del IronMan, una prueba que consiste en nadar entre aguas abiertas 3,8 km, pedalear 180 km y correr 42,2 km.

La tormenta que hay sobre nosotros da miedo, mucho miedo. La natación no me preocupa, al fin y al cabo si la organización nos permite nadar será porque es seguro, aunque en algún momento llego a dudar al ver varios rayos impactar sobre el agua. Me da miedo el ciclismo, 180 km sobre una asfalto mojado son muy peligrosos.

Muchos competidores recogen su bici y se van a su casa. Las condiciones son nefastas. Escucho un comentario entre la multitud:

"Somos IronMan, sí. Pero no gilipollas, esto es muy peligroso"

Pues yo soy IronMan y gilipollas.

Suena el disparo inicial, me pongo en cuclillas y con los dientes cerrados me digo lo mismo que en el resto de competiciones: "Calma, Cabeza y Coraje"

Antes de lanzarme al agua, me giro y lanzo un grito al público para animar el ambiente. Les hace gracia.
 



Empiezo a nadar con calma,  no quiero desgastarme nada en esta primera disciplina. Poco que explicar de los 3,8 km. Suaves y sin dificultades.
 
 
 

Pero las complicaciones llegan cuando al km 1 reviento rueda. Es la delantera, la tubular. Es decir, no hay recambios.

Bajo de la bici y me siento en la cera con la manos en la cabeza. No sé qué hacer. Todo el público se acerca e intenta ayudarme como pueden: Unos me animan, otros llaman a compañeros o organizadores para pedir recambios y otros tocan y giran mi rueda sin saber muy bien qué hacer.

El primer punto de asistencia mecánica está a 15 km. ¿Tan difícil era alquilar un par de furgonetas de asistencia mecánica?. Me dispongo a cometer una locura: Monto la llanta en la bici y me la cargo a la espalda, empezamos con 15 km running con una bici sobre la espalda. Pero me doy cuenta de que es absurdo, es posible que consiga llegar hasta el punto mecánico, pero luego... Tienes un IronMan por delante.

Me espabilo de otra manera y consigo una rueda tubular, pero no tengo banda para pegarla porque me la han despegado. La monto sin banda y a pedalear. Llevar un tubular sin estar pegada implica un enorme riesgo, y es que en cualquier curva puede saltar el neumático de la llanta y romper el asfalto con el cuerpo.

Empiezo a un ritmo muy bajo, me da mucho miedo las condiciones de mi bici. Llego a Llavaneras, primer punto de asistencia mecánica. Pido un banda para la rueda tubular y para mi sorpresa no tienen.

"¿Que tenéis en el maletín?, ¿Una llave allen de Decathlon y una cámara de BTT o qué?"

Entre quejas y gritos de rabia sigo rodando. Será todo un milagro si hago 165 km más así.

Los primeros 40 km los hago tranquilo por el temor que tengo a que se me salte la rueda. A partir de allí empiezo a apretar a los pedales, aunque no piense en el tiempo ni n la posición tengo piernas para subir la exigencia.
 


En el km 80 tengo a mi familia que me tienen preparados unos bocadillos de pavo para poder comer. Pero desgraciadamente la mala organización de la carrera no les permitió estar en ese punto. Me quedo sin comer alimentación normal, así que tendré que tirar a base de plátanos y energéticos. Sé que acabaré vomitando por esto.

En el km 100 me entra un bajonazo, empiezo a notar los calambres en las piernas y fuertes mareos. De verdad que no lo entiendo, no he ido fuerte y aquí no debería sufrir. He hecho entrenos de más de 100 km y a mayor ritmo y me encontraba mejor.

Posiblemente paso uno de los peores momentos de la carrera, no tanto muscularmente sino psicológicamente. Si estoy así ahora esto no lo acabo. Y comienza a atacar la cabeza, como siempre.  No la escucho, intento pensar en otras cosas para evadir el sufrimiento, pero todos mis esfuerzos son inútiles. Hasta el km 120 voy cambiando de posiciones para distraer el cuerpo con distintas posturas.

Me apoyo sobre mis acoples y me dispongo a rezar igual que en el anterior IronMan, me estoy quedando sin recurso. Cada uno que piense y crea lo que quiera, pero despierto y recupero mis piernas.

Pongo un ritmo fuerte y empiezo a avanzar a muy buena velocidad. Las subidas me subo sobre los pedales y en las rectas voy acoplado. De repente me pasa un grupo de siete triatletas (Los llamo así y no los llamo IronMan) aprovechándose las ruedas los unos a los otros. Esto en el triatlón de larga distancia es completamente descalificatorio. Uno a de correr sólo de inicio a fin, sin ayuda de nada ni de nadie. Les dejo espacio, no quiero participar en esta hipocresía deportiva. Me da igual si me sacáis una, dos o tres horas, yo habré acabado luchando cada quilómetro de manera individual. Vosotros soy el ejército persa, yo soy espartano.

Y llego a la última parte, me cambio la ropa y empiezo a correr. El cuerpo me pide que suba el ritmo y me ponga a adelantar sin piedad, pero ya he tropezado con esa piedra, y como mal humano, no lo volveré a hacer. Esta vez dosificaré e iré apretando el ritmo a medida que avancen los kilómetros. El objetivo está en no caminar.

Nada que deciros de los primeros 20 km, no me cuestan en exceso. Pero a partir de allí comienza lo que es realmente el IronMan, 22 km de la meta.

Empiezo a vomitar los geles digeridos en la bicicleta, pero no paro en ningún momento, sigo luchando por no parar.

Más de dos horas pensando lo mismo: "No pares".
 

 

He salido a correr en plena tormenta, he salido a pedalear de madrugadas, he coronado puertos con tembleques en las piernas, he nadado con picaduras de medusas, he llevado semanas de mal humor, semanas de mal dormir, me he puesto enfermo por sobre entrenos... Y sobre todo, llevo desde las 9 de la mañana peleando por una meta que tengo a sólo 20 km.

En cada calada de aire expulso un pedazo de la mítica bestia que nos atormenta las semanas previas a las carreras. Ya lo tengo, es mío, no pares de correr.

Con mareos y terribles dolores en cada pisada escucho mi nombre entre la multitud. Miro hacia el lado y veo a un amigo y a una amiga que han venido a empujarme los últimos km. Eso me da una fuerza bestial para seguir con la cabeza bien alta.

Y así estoy durante la última hora, con los dientes cerrados visualizando la meta más dura de mi vida. Se me lagriman los ojos al pensar por todo lo que he tenido que pasar para llegar hasta donde estoy. A sólo 3 km de ser IronMan por segunda vez, pero esta vez sin caminar ni parar.

Está mi hermano como siempre en los últimos kilómetros (Lleva con migo desde las 6 de la madrugada) pero rechazo su ayuda de correr los últimos kilómetros juntos. Esta vez acabaré sólo, sin que nadie me ayude.

Y llega aquel pasillo azul que llevo más de 6 meses imaginándome. Es mucho más impresionante de lo que había visualizado.

Una alfombra azul con multitud de manos que sobresalen lanzando gritos de felicitaciones. Un marcador al final de este donde sale un tiempo que no me interesa.

"¡¡¡Youuuu are an Ironman!!!" Grita el speaker a la vez que me alza la mano para que le choque.

Corro de lado a lado del pasillo central para chocar las manos de todos los presentes que me están animando a tope. Me paro a 1 metro de la meta con los ojos bañados en lágrimas y lanzo un grito que se acaba por falta de voz.
 
 

Intento hacer unas flexiones para bromear con los expectantes pero me entra una rampa y lo dejo correr (nunca mejor dicho).

Me cuelgan la medalla, la medalla más bonita que he visto en mi vida. Una medalla que no la regalan ni puedes comprarla aunque tengas todo el dinero del mundo. Es una medalla que uno se cuelga cuando es un hombre de hierro.

Salud y km, muchos km, muchísimos...

 

lunes, 22 de septiembre de 2014

Un cambio radical

Tras una larga noche de discotecas y alcohol veo desde el coche el inicio del duatlón de Mollet. Me duele mucho ver que hay gente levantándose a primera hora de la mañana para competir mientras yo estoy con el aliento alcoholizado y dispuesto a irme a dormir en breves. Debería haber estado durmiendo para poder correr esta carrera.
 
Cuando llego a casa, veo un grupo de organizadores que están delimitando unos carriles. Paramos con el coche y pregunto de qué se trataba. Es la milla a pie de les Franquesas, una competición explosiva de 1600 metros. Mi especialidad.
 
Voy hacia casa muy enfadado con migo mismo y empiezo a recordar aquel Pódium que subí con Ángel Mullera y Adel Mechal en la milla de san Antoni de Calonge. Aquellos últimos 200 metros luchando la posición como un león rodeado de ánimos y aplausos. Quiero revivir esos momentos, así que me dispongo a cometer una locura. Correr. (Adjunto video de la milla de san antoni)
 
 
Llego a casa y me cambio lo más deprisa posible, tengo que correr antes de empezar para expulsar por los poros todo lo acumulado por la noche. Mi compañero de piso me evidencia de que estoy muy colgado.
 
Cada paso parece que vaya a caer al suelo, la respiración está completamente descontrolada, el flato ataca antes de haber hecho 20 metros y el dolor de cabeza cada vez es más agudo. Pero ya no hay vuelta atrás, tengo mi dorsal y faltan 5 minutos para empezar la carrera.
 
Como siempre me acerco a la meta y empiezo a observar a los corredores, sus caras, a ver qué me dicen. Hay muchos corredores muy imponentes y con camisetas de clubs muy reconocidos. Hay dos marroquíes que calientan a 10 metros del arco de salida y tienen pinta de ser auténticas bestias. A mí nadie me observa, soy un corredor con la equipación de Kalengi de primer precio. Pero el factor sorpresa puede ser un arma muy útil si la utilizo a mi favor.
 
Me noto muy asustado, es posible que haga el ridículo, si he querido correr esta carrera es para ganarla. Las condiciones que llevo y los atletas que hay, hacen que sea literalmente imposible subirse al pódium. Pero hablar de imposibilidades es peligroso en el mundo del deporte. A dos minutos del inicio me centro ya en mí, empiezo a autoconvencerme y a creerme de lo que soy capaz. “¿Cuántas carreras has tenido a atletas que te daban miedo y luego has quedado muy por delante de ellos? ¿Cuántas veces has dado la sorpresa?”
 
Quiero plantear una estrategia pero no me da tiempo a pensar nada, suena el disparo de salida y me coloco en el primer grupo corriendo como si fuera Pato Donald, no piso nada bien y me balanceo un poco a los lados en cada zancada.
 
 Llevan un ritmo muy fuerte, y no creo que aguante nada aquí. Pero llega ese cambio radical de mi cuerpo en el que se pone en fase de competición. Olvido los males y me mantengo en este primer grupo. No sólo eso sino que robo la primera posición a los 500 metros de carrera. Estoy corriendo justo detrás de la moto y el cámara. “Si me vieran los amigos con los que he salido no entenderían absolutamente nada”. 

https://www.youtube.com/watch?v=z12Mv62_jWo&feature=youtu.be (MINUTO 1:28)
 
 No sé si estoy dosificando bien o si los atletas que corren a mis espaldas son más fuertes que yo. Yo sólo voy a por todas, sin tener miedo a desfondarme a media carrera. De repente en la segunda vuelta un grupo de cuatro corredores suben considerablemente el ritmo, y aunque los intento seguir me empiezan a sacar una distancia prudencial. Intentaré hacer algo en la última recta.
 
A 200 metros de meta ya es imposible cogerlos, voy en quinto lugar a mucha distancia del sexto. Cruzo la meta en quinto lugar y primero de mi categoría. Se acerca uno de estos cuatro atletas y mantenemos una conversación digna de recordar.
 
- Vaya ritmo has marcado al principio, nos has asustado
- Sinceramente, no sabía que es lo que estaba haciendo. Me he quedado sorprendido del apretón que habéis pegado en la segunda vuelta. Se me ha sido imposible mantenerme allí
- No hemos ido rápido, aunque nos lo hemos jugado todo en los últimos 100 metros
- Madre mía, pues yo he ido a tope. ¿Entrenáis en algún equipo?
-Somos internacionales
- A, claramente no sabía lo que estaba haciendo al coger la cabeza de la carrera
- Siempre que veas un marroquí depilado en la línea de salida. Ponte detrás de él no te va a dejar que le ganes.
- Bueno, me voy a casa, buenas noches.
 
Se quedó un poco pensativo: “¿Buenas noches?”
 
Salud y km

martes, 16 de septiembre de 2014

Half IronMan Berga


Hace ya tiempo que no me dejo imponer por las bicis de los corredores. Tampoco por el clásico postureo: Pantalones cortos, calentadores de gemelos y una camiseta finisher. Y para poner la guinda al pastel hay que llevar la visera con las gafas de ciclismo sobre esta. Todo esto acompañado de unas depiladas y morenas piernas.

Todo esto no me asusta, a mí me asustan las piernas. Y por lo que se dejaba ver el día previo a la carrera esta competición estaba llena de bestias.  

Estos triatlones uno compite contra uno mismo, esa es la idea. Por eso no se puede ir a rueda. Pero la realidad es que somos competitivos por naturaleza  y queremos destacar sobre el resto. No he pagado 180 pavos para correr sólo.

Comienza el medio IronMan, y si os soy sincero le tengo miedo. Las distancias no son ninguna locura (2,9 km swim, 90 km bike, 21 km running) pero las dos disciplinas de piernas cuentan con desnivel. Vengo con los deberes hechos, pero el cuerpo en estas competiciones puede dar sorpresas.

Nadamos en un pantano que aparentemente es increíble pero la niebla no nos permite ver nada. Intento mover el agua con fuerza, pero no logro adelantar a muchos nadadores. No se me complica mucho esta primera parte y salgo con muchas ganas a recoger la bici.

La transición no la hago nada bien, pierdo mucho tiempo en gestos y movimientos innecesarios, y para colmo, me olvido el chip en los boxes.

Comenzamos con un puerto de unos 3 km. Es allí cuando empiezo a robar posiciones. Rápidamente vuelvo a cambiar el planteamiento, no me interesa a quien adelanto o a quien dejo de adelantar, estamos yo, una distancia y un tiempo. El resto es insignificante, esa es la idea.

Pero lo que dice el subconsciente acaba prevaleciendo sobre cualquier voz de la cabeza. Y a mí me lo dejaba muy claro: “aplástales”.

Se notan los kilómetros que he ido acumulando este año sobre las dos ruedas. Empiezo a adelantar y adelantar y nadie consigue mantener mi ritmo. Me siento superior al resto, y eso para mi parte psicológica es fundamental.

Aguanto una primera vuelta a una media de 33,5 km/h. No doy tregua en ningún tramo, los repechos superiores al 5% me levanto y hago fuerza sobre cada uno de los pedales moviendo el cuerpo junto con ellos.

Justo antes del punto medio adelanto a un grupo de 5 ciclistas completamente acoplado a la bici. Les paso a una velocidad bastante superior a la que llevaban ellos. Pero en el momento que cruzo por delante de todo el gentío me vuelve a pasar como si fueran los últimos 100 metros de sus vidas. Cuando la visión del grupo de espectadores ya no llega a vernos vuelven a disminuir el ritmo… Les entiendo, pero al fin y al cabo sólo cuenta una cosa: La meta y cuando la cruzas.

La segunda vuelta la hago a un ritmo muy fuerte, aunque cada vez cueste más adelantar a los triatletas nadie consigue mantener mi ritmo.

Llego al tramo de correr muy tocado, empiezo a notar como pierdo la técnica de la pisada. Noto fuertes dolores en el tobillo y la espalda. Aquí es cuando uno tiene cerrar los dientes y continuar sin pensar en el porqué y el cómo de los dolores. Esta es mi especialidad y debería estar corriendo por encima de casi cualquier corredor. Pero no es así, aunque sigo adelantando hay algunos corredores que logran mantenerme el ritmo o hasta incluso adelantarme.

Pero entre los ánimos de los familiares de los triatletas escucho un señor que dice algo que me hace apretar los puños y coger un ritmo potente: “¡Deja de correr con las piernas y corre con el corazón!” Sí, suena a mariconada de tres al cuarto, pero en ese momento necesitaba esas palabras.

Parece historia de cuento, pero en cuanto veo que es posible bajar de las 5 horas desaparecen todos mis males y marco un ritmo que alcanzo a los que me habían adelantado y no dejo que nadie me siga.

A los pocos minutos llego a un pasillo donde por encima de las vallas que lo delimitan sobresalen decenas de brazos para que les choque la mano. Al final hay un enorme arco con un speaker en uno de sus laterales, en la parte superior se encuentra el tiempo real de carrera, alzo la mirada y no puedo evitar emocionarme al ver los números: 4h horas y 53 minutos. Lo he conseguido. El griterío de la gente me hace cerrar el puño con fuerza y mover el brazo al estilo Rafa Nadal.

Una carrera muy sufrida, aunque me mantengo completo. Espectacular las sensaciones al cruzar la meta, todo el esfuerzo y dolor acumulado durante entrenos y carrera se ve compensado en ese momento.

Felicitar a Javier Santamaría por completar su primer medio IronMan. Como ya he dicho alguna vez: Lo importante no es el que participa, sino el que acaba.

 

Tiempo:04h:53m

Posición categoría (25-29): 2/17

Posición gen: 93/710

viernes, 20 de junio de 2014

Transformar dificultades en oportunidades

La ilusión de cumplir con aquel reto que llevas meses anhelando. Las ganas de levantar los brazos y suspirar con fuerza sabiendo que lo has conseguido. Escuchar la multitud aplaudiéndote y felicitándote, sabes que te lo has ganado. Pero lo mejor es cuando te cuelgan la medalla, estrechas la mano con el asistente y lanzas un grito al aire que sólo se acaba cuando ya no aire por expulsar, pero en realidad el alma sigue. Un grito que expulsa a una bestia que llevaba semanas atormentándote, creada a base de sufrimiento, dolor y desanimación.  Incluso te llevas las manos a la cara para que nadie vea el brillo de tus ojos por las lagrimas.

Horas y horas de entreno, no importaba si diluviaba, nevaba o hacía un sol desesperador. Tampoco si eran las diez de la noche o las 6 de la madrugada, ni siquiera dejar de lado planes ociosos, salidas nocturnas y cenas alargadas. No importa, las dificultades que surgen a la hora de alcanzar un objetivo son las que hacen del reto algo increíble que es capaz de lanzarte al aire a por más sueños.

A pocos días de la gran competición surge un imprevisto que te impone un muro entre tú y ese reto que llevas meses visualizando. Una febrada que me pone problemas para llegar de la cama al baño.
Hoy he soñado que me recuperaba, me levantaba y llamaba a mi hermano.

"Luís, nos vamos a Luxemburgo, salimos en 5 minutos"

Cuando me he levantado y me he topado con la cruda realidad he asumido que no podía competir ya. ¿Y ahora qué?

En el momento en el que dejas que los golpes de la vida te desanimen es cuando  pierdes ventaja respecto aquellos que han decidido ser valientes. Esto es como las carreras, si bajas el ritmo en un sólo kilómetro puedes perder diez posiciones. Y siempre se trata de adelantar.

Luxemburgo ya es agua pasada, ahora toca poner la mira en otros retos aún más difíciles de lograr, toca levantarse y correr. Levantarse y pedalear. Levantarse y nadar. Levantarse y luchar. Porque una dificultad sólo da paso a un mayor logro si se transforma en una oportunidad,  los obstáculos del camino nos hacen más fuertes... En este deporte no hay tiempo para bajar la cabeza.


Salud y km

miércoles, 18 de junio de 2014

Medio maratón la campana

La primera carrera iniciada mediante unas campanadas. Salimos los 300 corredores dispuestos a correr: Unos van a ganar, otros a hacer tiempo y los más valientes que sólo quieren acabar.

¿Y en que grupo estoy yo? No lo sé, no conozco el recorrido y nunca he corrido 22 km con 1600 m de desnivel en montaña.

Salgo en el primer grupo. Llevan un ritmo que no creo que aguante toda la carrera. Sin embargo, como desconozco mis posibilidades aguanto allí. Poco a poco se van descolgando corredores, hasta el punto que dos se distancian y nos quedamos unos peleando por la tercera posición.

La primera bajada técnica me escapo y les saco distancia en la trialera de subida. El ciclismo me aventaja mucho cuando se trata de subidas fuertemente inclinadas y obstaculizadas.

Me quedo sólo, entre las presas y los depredadores. Me olvido de los dos atletas que tengo delante y me preocupo en sacar distancia al cuarto corredor. La verdad es que no tenía en mente esta situación, así que no sé hasta dónde aguantará mi cuerpo. Tan sólo llevo 5 km.

Voy girando la cabeza continuamente con la esperanza de no ver a nadie. Es allí cuando empiezo a plantearme la parte sicológica de la carrera. Está claro que no es la buena actitud: Mirar hacia atrás con el temor a que me adelanten. Si estoy corriendo en esta carrera, en esta posición y a este ritmo es porque he mirado siempre hacia adelante.

Empiezo a apretar el ritmo, paso de temer al corredor que sube detrás de mí a retarme con los que están por delante. Los veo a lo lejos, pero por mucho que me esfuerce no logro recortarles distancia. Los tengo todo el rato a unos doscientos metros.

Kilómetro a kilómetro, no bajo el ritmo, no pierdo tiempo en ningún repechón, roca, río… Nada, lo cruzo todo a gran velocidad. Estos pequeños detalles hacen que en el km 15 pille al segundo y le robe la posición.
Empezamos a correr codo a codo el resto de kilómetros. No me interesa atacar, soy muy bueno en el último sprint. Me espero.

En el km 21 empieza a apretar y me pongo justo detrás de él, pero en la bajada se me escapa.  Tengo ese último sprint para ganar la posición, sin embargo hay algo evidente con lo que no había contado: mis piernas han cruzado su límite. 

Miro hacia atrás para que nadie me robe el momento de cruzar la meta en tercer lugar. Levanto los brazos y saco aire con fuerza.

“Te has ganado un buen Podium”

En la meta atiendo a los periodistas y me pongo a estirar. Tenía que pegarme esta última sobrada, nunca me había entrevistado para un periódico, pero en el momento me sentí Sergio Ramos en plena rueda de prensa. 

Muy contento con mi posición y mi tiempo.

1h: 39 min, 48 seg       3 clasificado general    




Salud y km

lunes, 2 de junio de 2014

10 km de Santa Perpetua: Lo increíble es sufrir


Empezar a notar como la respiración se descontrola completamente, se olvidan del ritmo que imponen las piernas. Entran pequeñas caladas de aire y salen expulsadas por la misma boca al instante. Pero te corriges: "inspirar por la boca, expulsar por la nariz". Siempre se llega tarde y el flato ataca.

Las piernas agarrotadas bajan el ritmo, el chasquido de los dientes y la mirada clavada en el corredor de delante dejan claro que aquí se ha venido a sufrir hasta el final, nadie te ha pedido que reduzcas la intensidad.

Pero lo peor de todo está por llegar... Aunque en realidad es lo que hace de este deporte una auténtica maravilla.

 

10 km mixtos por delante, salgo entre los 10 primeros. Allí se encuentra mi objetivo, no bajar del pódium largo. Para ello tengo calculado el ritmo, 37 minutos los 10 km.

Mantengo un ritmo algo superior, me junto con los primeros. Poco a poco se van distanciando los tres primeros. Es un clásico, siempre son tres, no hay sitio para un cuarto. Me quedo sólo en noveno lugar. Vamos a aguantar esta posición como un león.

Al km 5 noto como alguien me empieza a ganar terreno, este me pondrá problemas. Así hasta el km 8, tengo detrás al mismo corredor presionándome, voy girando la cabeza y observo que me gana metros por minuto.

Es aquí, cuando se te llena la cabeza de paja y sólo quieres parar. Todo el cuerpo se alía para que sufras, te está avisando: "Para, te estás excediendo"... "A eso he venido".

Dejo de mirar hacia atrás y cambio los papeles de la situación, paso de ser presa a depredador, voy a por el de delante que me saca una distancia considerable. Subo el ritmo, el aire es expulsado con una nota de voz al estilo Rafa Nadal.

Este es mi terreno, cuando hay que sufrir. A 150 metros de meta adelanto al 7mo lugar, nos echamos una mirada que nos lo decimos todo:  "ESPRINT FINAL", mi mirada aguantó un poco más porque quería transmitirle algo más: "NUNCA HE PERDIDO UNO".

Hablo de ese duelo final donde sólo trabaja la cabeza; las piernas y los brazos se mueven sólo porque la cabeza los engaña. La mayoría de los corredores no se preocupan mucho por esta posición tan sufridora. Tiene sentido, te dejas todos los músculos del cuerpo para ganar una posición irrelevante. Pero los buenos corredores son peligrosos porque les da igual la posición, lo que les preocupa eres tú mismo. No se van a dejar ganar en los últimos metros.

Esprintamos los últimos 50 metros. Nada, reiterando lo que le dije al mirarlo. No pretendas ganar en la última recta a un chalado que ha cruzado varias metas cayendo al suelo.
 



 

Cuando cruzas la meta, la satisfacción te hace entender todo lo que has sufrido. Y por eso, vale la pena sufrir hasta el último centímetro del millón que hay.

El mejor tiempo de mi vida en los 10 km de cursa mixta: 35,48 minutos. Segundo de mi categoría y 7o de la general. Unos resultados de los que me siento muy orgulloso.

Pero hubo más guerreros en esa carrera, el equipo de ciclismo de Decathlon Mollet, lucharon hasta batir sus ambiciosas metas. Quim Pereira, Joan Parés, Javier Santamaría, Guillermo Caro y Jose Manuel Monge: Calma, cabeza y coraje.

Salud y km,

 

 

martes, 18 de marzo de 2014

Camino de Santiago: Experiencias que siempre valen la pena


He recorrido más de 500 km en 5 días sobre una bicicleta que cargaba 15 Kg de equipaje: He sufrido dolores de espalda, de hombros y de cuello, tanto que era difícil dormir sobre aquellas camas rígidas, por no hablar de las piernas. He pasado momentos de frío, en los que quieres dejar el pedaleo y ponerte las manos bajo el culote para calentarte. Momentos en los que quise coger la bici y lanzarla al aire con furia. He partido dos portabultos y he pinchado rueda varias veces, entre otros problemas técnicos.  Largas tiradas sin agua y comida por mala previsión. He estado pedaleando más de 10 horas en un día yo sólo, hasta el punto de que no puedes pensar en otra cosa que en la distancia que recorres.

No debería ser así el camino de Santiago, pero mi carácter y mi personalidad me hacen vivir las cosas de esta manera: Al límite. Y sinceramente, es increíble.

El sufrimiento en el mundo del ciclismo es duro, muy duro. Pero la satisfacción y las sensaciones que te producen son únicas y sólo se pueden entender cuando las vives.

He chutado literalmente mi bici por fallos en el cambio y la he levantado al aire con un corto grito que se calla por pasar del falsete. He apoyado la cabeza sobre el manillar por la impotencia y he pedaleado levantado sobre la bici con toda mi energía.

Pero tras todo este sufrimiento hay algo superior: La magia del camino existe. Ya es oficial.

La conversación con el pueblerino sobre cómo se ordeña una vaca resulta ser muy interesante, el cocido maragato o el pulpo gallego junto con una pinta es la mejor cena de la cocina mundial, el pueblo al que se llega es probablemente el más bonito de toda Europa, la ducha en el albergue es mejor que las que se da la rubia/morena/pelirroja de Loreal... Las sensaciones se intensifican al cubo por el hecho de haber sufrido tanto para acceder a ellas.

 
Cada una de esas pequeñas situaciones, que pueden ser hasta incluso aburridas, sientes que te las has ganado con tu propio esfuerzo, inconscientemente las relacionas con un premio merecido, logrado gracias a la larga pedaleada. Y por eso, nuestro subconsciente trabaja para que sean momentos únicos. Llamarlo autoengaño sano.

 
Para no aburrir al lector voy a explicar dos breves anécdotas que viví en el camino de Santiago y resultan divertidas e interesantes.

Salgo sobre la máquina  desde Ponferrada, dispuesto a llegar a Vilafranca del Bierzo a comer un buen tapeo de marisco y un plato de pasta. Las piernas están fuertemente agarrotadas, acumulan en ese mismo día 60 km, entre ellos 8 del puerto de rabanal.

Solo salir se parte el portabultos por el extremo de la tija. Debido al fuerte agotamiento físico y el estómago vacío me bajo de la bici como si fuera a abalanzarme sobre alguien, arranco el portabultos que esta colgando de un extremo y lo lanzo contra una pared de roca al mismo tiempo que grito: "¡¡Me ca..o en tu p... madre!!"

Dos peregrinos de origen asiático que estaban cerca en ese momento, agarran su mochila con fuerza por las dos asas y pasan por mi lado acelerando el paso con la cabeza centrada a dos metros de sus pies.

Tras buscar varias tiendas de bicicletas logro hallar con la solución gracias a la persona menos esperada: Una señora de 80 años.

Conseguí un portabultos que no era compatible ni para mi bici ni para el peso que llevaba. Pero estaba esta señora para solucionarme el problema. Me hizo un apaño recortando un trozo de neumático para agrandar el grosor de mi tija de tal manera que pude adaptar a la perfección el aparato de carga que tenía. Con dos pulpos sujetados desde el extremo del portabultos a la parte superior de la tija hizo que pueda cargar con más peso.

No se quedo allí, me cambió las pastillas de freno y el neumático trasero en menos de 6 minutos. No me dejó hacerlo a mí, cada vez que tendía una mano me daba una pequeña bofetada y me decía "quítese", con un marcado acento.

Increíble, no dudé en reconocer sus méritos y en preguntarle si tenía nietas.

"Hijo mío, el diablo sabe más por viejo que por diablo" Me arrancó las palabras de la boca.

Otra anécdota que me marcó:

Al día siguiente del inciso del portabultos noté fuertes dolores en mi rodilla izquierda. Sabía desde un primer momento lo que era: Un inicio de tendinitis. Un dolor fácil de evadir, calentando la musculatura es el remedio, al menos momentáneo. Eso hice, subí Ocebreiro y pedaleé 70 kilómetros más.

A 12 kilómetros de mi destino la rodilla empezó a dolerme mucho, me encontraba en un punto medio entre dos pueblos con albergues, a 12 km de cada uno. Tras más de 8 horas de pedaleo, cada kilómetro se hace muy largo y muy espeso.

Por suerte encontré un albergue a sólo 4 km de donde estaba. Ya no podía continuar, así que paré allí. Curiosamente el pueblo se llamaba "O Hospital", pero no había hospitales.

Conocí un peregrino que llevaba varios días caminando y paró en el mismo albergue por dolores en el talón de Aquiles. Le expliqué mi situación:

"He parado por dolores en la rodilla, pero mañana llegaré a Santiago cueste lo que cueste. Sólo estoy a 50 km. Con todo lo que he hecho no me parará ni la aviación americana"

No sé si me hubiese parado la aviación americana, yo creo que no, pero ese hombre sí que lo hizo, y sin lanzarme misiles, con una simple frase:

- "Es más valiente el que sabe encararse a su propio orgullo que el que se planta ante un ejército con un palo" (He adaptado un poco la frase porque era extranjero y dijo una cosa muy rara, pero así percibí yo el mensaje)

Sí, me costó más coger el autobús hacia Santiago que cualquier momento del camino, en cada parada el cuerpo me lanzaba un impulso:

"Baja y pedalea"

 "Esta vez no"

Acerté:  La rodilla ya casi no me duele y si hubiese seguido probablemente tendría una lesión complicada (palabras de un médico).

 

La moraleja de todo esto no se puede describir mejor que con una frase de un gran amigo:

"Cualquier experiencia, por muy dura que sea, siempre vale la pena" Pablo Camp

 
 
Salud y km


 










miércoles, 5 de febrero de 2014

El primer español que corrió el Tour de Francia... Sin pies.


Año 1902: Vicente Blanco miraba los papeles de la inscripción con ambición en un bar de Bilbao, costearse esta competición implicaba quedarse literalmente sin un sólo duro. Tampoco estaba preparado, el recorrido era hasta ese día el más duro que se había planteado nunca, una cuarta parte de los ciclistas cancelaron su inscripción.

La punta de la pluma vibraba al ritmo de su mano. A una sola firma para ser el primer ciclista inscrito en el Tour de Francia. La mirada estaba clavada en esa hoja, por un lado la prudencia y la responsabilidad le negaban esa firma, pero por otro lado estaba su coraje. Desvió la mirada al anuncio otra vez y leyó algo que le hizo tomar una decisión: " El corredor sale sólo a la aventura"

Todo su dinero lo gastó en esa inscripción. Procuró hacerse con algo más de dinero para poder viajar a París, pero no lo consiguió. Decidió subirse a su bicicleta y empezar a pedalear hacia Francia, mientras que el resto de participantes viajaban en tren con sus equipos.

Vicente comía pasta y pan, su alimentación para ser un ciclista de élite era pésima. Su descanso eran cortas horas de sueño con la cabeza apoyada sobre el duro sillín de su bicicleta.
 

 
Vamos a dejarle dormir y recordemos su pasado. El vasco había tenido tres fuertes accidentes laborales: Una caída de una construcción por una apuesta (A que no hay huevos a...) , una perforación por una barra metálica en su tobillo y perdió los cinco dedos al quedarse su pie atrapado en una máquina. Vamos, que se tomaba su trabajo hasta el límite. Tras este último incidente, Vicente Blanco quedó completamente cojo... De los dos pies. La cojera le llevo al alcoholismo hasta que se convirtió en un marginado social.

Pero apareció ese angelito que hay que escuchar para ser un verdadero campeón: "Cierra ese wiskie y vuelve a las ruedas". Con el dinero que cobró de las indemnizaciones laborales compro un trozo de hojalata con dos ruedas. Al poco tiempo empezó a destacar en diversas carreras de fuerte prestigio.

Su trampolín hacia el Tour fue su victoria en el campeonato de España. Algo dudosa ya que sostienen que Vicente rompió la punta del lápiz en el control de la firma haciendo perder tiempo al resto de competidores (Antes se paraba a media competición para firmar, no existían los chips). Vamos a suponer que no es cierto. ¿Porqué? Porque sino la historia pierde gracia.

Completó los 1100 km que hay entre Bilbao y París para poder competir en el Tour de Francia representando por primera vez a España. Llegó horas antes de la salida.

Sí, lo habéis entendido todo bien: El primer español en correr el Tour de Francia era cojo de los dos pies, ex-alcohólico y fue hasta París en bicicleta.

Esta historia es real, aunque no lo parezca. Y como buena historia realista, no ganó el Tour ni mucho menos, pero lo terminó aunque no saliera en las clasificaciones.

Vicente Blanco fue acogido en su tierra como el campeón, y es así, ese ciclista fue el verdadero campeón, fue la historia de esa competición.

Vicente Blanco es un ejemplo de una persona que ha sabido plantar cara a los golpes que le ha propinado la vida. Con esto queda demostrado que de la oscuridad a la luz existe siempre un camino, rocoso y desnivelado. Vicente podría haberse planteado mil y una escusas distintas para no luchar por su sueño, y escusas de peso. Pero como ya digo en una entrada anterior... Escuchó sólo una voz de las mil que tenía en su cabeza, la que hablaba más flojo, la que decía: "Tu puedes".
 

Salud y Km