miércoles, 27 de enero de 2016

Nacer, entrenar y arriesgar


Cursa sant vicenç de Mollet del Vallès

Los comentarios previos a la carrera se basaban en quien quedaría segundo, tercero, cuarto… A mí me nombraban a partir del cuarto puesto, las tres primeras posiciones estaban ya cogidas, sobretodo la primera, como si se tratara de una lista inamovible. Y lo bonito del deporte, en realidad, está en las sorpresas y no en lo que se supone que tiene que ocurrir.

Todos hablaban del mismo: Otmani. Un corredor que juega en otra liga, muy por encima del resto. Pues en ese momento me creí la imposibilidad de robarle la posición. Pero lo que piensas fuera de competición no tiene nada que ver con lo que piensas cuando estás dentro.

La gente me conoce y estoy entre los favoritos, pero paso a un segundo plano. En el momento de la salida sólo había una persona que se creía que podía ganar, y desgraciadamente, no era yo.

Suena el disparo y me coloco en el primer grupo de carrera. Durante los primeros km me mantengo muy cómodo, pero no quiero arriesgar a escaparme, tomaré las decisiones según lo que hagan los tres fantásticos que todo el mundo me ha estado nombrando.

Hasta el km 3 nadie toma la iniciativa y lo único que sucede es una selección natural por un ritmo progresivo.

Sólo empezar escucho muchas zancadas que resuenan por la parte trasera de mis oídos, a los dos km ya se escuchan menos, y menos, y de repente sólo escucho unas pisadas. Miró hacia al lado y me pasa Otmani por debajo de tres minutos el km. Estamos en el km 6 y aún queda mucha carrera por delante.

Cierto es que a menos de 10 metros hay dos corredores, pero en estas carreras hay una cosa clara que aprendí en un trail de montaña que iba en la cabeza con dos grandes campeones, les advertí que a menos de 20 metros teníamos una atleta. Recuerdo que me sonrió y me dijo: “Si no está aquí no es porque no quiera, es porque no puede”.

Me da la sensación de que el atleta marroquí se me puede escapar, no le puedo dar ni un metro de confianza, tengo que estar detrás de sus talones. Allí entra un debate en mi cabeza, si conservo la posición no tendré problemas, pero me he de conformar con un segundo lugar. Si le intento seguir puede ser que gane, pero caigo en el riesgo de petar e irme fuera de todo pódium. Se resuelve mi duda rápido, me siento bien y voy a apretarle, me olvido de quien es y me centro en pensar en quien soy yo.

Miro mi reloj y veo que voy por debajo de 2:50 el km y estamos cruzando el km 7. Aguanto allí con la incertidumbre de cómo responderá mi cuerpo.

Estos momentos de carrera son espectaculares, hay muchísimas personas animando y gritando en cada punto de la carrera, una cámara sobre una moto a menos de un metro de tus piernas y una tensión especial provocada por el corredor que tengo a mi lado.

Tengo una cosa clara, si llegamos a la pista juntos… Ganaré, no perderé en un sprint. Me seducía mucho la idea de luchar toda la carrera los últimos 100 metros, pero no pudo ser así. Algo pasa con Otmani y se queda atrás, me quedo con el liderato de carrera a tan solo 1,5 km de la meta.


En esos momentos sé que he ganado, aunque queda una última subida. Estoy cómodo y el segundo puesto está suficientemente alejado para que pueda saborear un último km de carrera.

Llego a la pista de atletismo y se me pone la piel de gallina, hay muchísima gente aplaudiendo en silencio. Pero eso no es lo que me hace emocionarme, sino las caras de sorpresa de la gente.

Cruzo la meta y grito de emoción. Esta carrera la corrí hace tres años y me llevé una decepción al quedar en posición 33. Prometí algo: “Volveré”, no hace falta especificar para que quería volver, se sobreentendía. Hoy vuelvo a estar aquí, pero los papeles han cambiado.  33:32 minutos



Miro a la persona que sí creía en mí y me lanzo sobre ella, vuelve a estar una vez más al pie del cañón. No sólo en la meta sino durante toda la carrera. Porque como siempre, en el bolsillo interior de mi pantalón me acompaña el ya famoso elefantito con la trompa hacia arriba. Gracias una vez más.

Una última reflexión: En el deporte y en la vida, hay muchos que nacen y se entrenan para algo, pero el mejor entre todos estos, es el que se equivoca, es decir, el que arriesga.






Un gran honor haber ganado también en categoría equipos con Kalenji Team. Gracias por hacerme más fácil esto, increíbles sensaciones con la nueva equipación de Kalenji.