viernes, 27 de abril de 2012

Doble olímpico tierras del Ebro

El sábado por la mañana salimos hacia Delta del Ebro Arnau Pericas y yo a correr un triatlón doble olímpico (3km a nado, 84 De ciclismo y 20 corriendo).
El día previo a la carrera, montamos los acoples de las bicis, preparamos el equipo y salimos a rodar un poco. Que se acostumbren las piernas a la posición de acople.
El día de la carrera me di cuenta que me había dejado el tritraje, tuve que salir con la vestimenta de ciclismo que me dejó Arnau, la cosa empezaba a pintar mal.
Minutos antes de las olas estaba todo listo en boxes: Bici colocada, material ordenado, neopreno puesto, heridas tras las axilas cubiertas con gasas…  Los nervios eran fuertes para los dos, teníamos muchas ganas de que se dé el disparo de salida. ¡PUM! comienza la carrera, nos sumergimos en el agua Arnau y yo a la vez.
Como siempre las primeras sensaciones bajo el agua son muy duras, la gente se pasa por encima, golpes, frío, desubicación, desayunas agua salada… Normalmente a los 200 metros todo está en orden, pero desgraciadamente no fue así. Las gafas las tenía mal ajustadas, por tanto, me entraba agua continuamente y cada 300 metros tenía que parar para vaciarlas, a Arnau le pasó algo muy similar, esto nos hizo perder mucho tiempo en esta primera disciplina, siempre llena de dificultades.


(Yo soy el del gorro blanco, no se porque me dieron sólo a mi ese gorro)

Un triatleta se cae antes de salir

Las gasas que cubrían las rascadas se desprenden, con lo que empieza a rozarme el neopreno sobre las heridas, esto me hace ir más lento, evadir el dolor resulta muy difícil cuando cada brazada que se da escuece como si me tiraran un chorro de alcohol, y la cabeza ayuda poco, siempre mostrandote las peores situaciones… Aprieto dientes y a nadar, no tengo otra.
Salgo del agua en una posición bastante mala, entre los 50 últimos. Mi estado tanto físico como sicológico por los suelos. Tras las axilas las heridas se habían abierto tanto que empezaban a desangrar, un ojo completamente cerrado por el picor, mareo… Una hora en el agua se ha de estar cómodo, sino, prepárate para salir hechas trizas.
40 segundos después sale Arnau, que efectúa una transición de campeonato, sólo digo que sale un minuto antes que yo… Pésima transición por mi parte, siempre igual.
Los primeros quilómetros de bici cuestan muchísimo, muchísimo, muchísimo. Las piernas están bastante relajadas, y empezar a darles caña de 0 a 100 se resiente mucho. Una de las desventajas de las tierras del Ebro es el viento, insoportable, hacían picar las piernas una barbaridad. Durante los 15 primeros quilómetros lo paso mal y sufro unos 7 adelantamientos, por tanto, estoy en una de las últimas posiciones.  
Por fin el cuerpo me responde: Dejo el frío por el camino, el ojo se me abre, el dolor de las heridas desaparece, y la musculatura de las piernas entra en calor. Empiezo a hacer funcionar mi máquina, en posición de acople, empiezo a adelantar y adelantar, sobre todo en las  falsas subidas. Calculé unos 40 adelantamientos.  70 quilómetros con muchísima fuerza, incluso en las zonas de desnivel. Muy contento para lo que suelo hacer. Mi progresión sobre las dos ruedas ha sido increíble los últimos meses.
Arnau, una auténtica bestia ciclista, les pegó un repaso a todos… si se hubiera visto de una cámara aérea parecería que adelantara a ciclistas parados. Me sacó unos 13 minutos.
Comienza la carrera a pie, mi especialidad. Las piernas me responden a la perfección, los músculos cansados, pero nada agarrotados. Empiezo con un ritmo aplastante, adelanto a una barbaridad de triatletas y ninguno consigue seguirme. A mitad de carrera aumento las pulsaciones un poco más y llego a meta al mismo tiempo que Arnau (hay que decir que en el sprint final le saqué algo). La diferencia estaba en que que yo optaba para el pódium sub-23 y el ya estaba en la categoría superior, no le valía la pena exprimirse.


Era el triatleta más moreno

Llegué bastante cansado, pero me aguantaba de pie. Arnau en cambio incluso me llegó a proponer de volver al hotel en bici (40 km)… Madre mía.
A pesar de una primera parte muy mala conseguí subir a lo más alto del pódium en mi categoría, primera copa de triatlones. Muy contento y grandes sensaciones para el IronMan del 12 de mayo.

Tiempos:
Jorge Tarragó:
Total: 05:10:48
Natación: 01:04:09
Ciclismo: 02:44:43
Carrera a pie: 01:21:56
Arnau Pericas:
Total: 05:12:01
Natación: 01:04:40
Ciclismo: 02:31:26
Carrera a pie: 01:35:55

miércoles, 18 de abril de 2012

Las apuñaladas de la innexperiencia

Ir sobre la moto con el neopreno puesto por las rondas es una sensación curiosa, así es como iba hacia premià de mar para nadar desde allí hasta Masnou, una travesía por aguas abiertas de 4 quilómetros.  
Tenía muchas ganas de lanzarme al agua y superar este reto, pero a la vez tenía miedo, nunca antes había nadado más de 2 quilómetros seguidos, estaba duplicando la distancia.
Llegué con suficiente tiempo como para dejar la moto en Masnou e ir a pata hasta las olas mientras visualizaba el recorrido. No soy Barbaroja ni muchísimo menos, pero me picaba que había corriente en contra. Lo que me faltaba, el miedo se apodera poco a poco de mí.
Los concursantes generalmente eran grupos de clubs de natación, se ayudaban entre ellos a ponerse el neopreno, a colocarse unas cremas que posteriormente sabría para que se utilizan, hacerse fotos, comentar la jugada de ayer… Pero había uno que iba completamente sólo.
 Es cierto, estuve buscando a algún lobo solitario por la costa para comentarle la jugada, alguien inexperto como yo para repartirnos el miedo, pero la verdad es que no había nadie. La gente se reía, conseguía hablar de cosas no referentes al nado… estaban tranquilos.
Un nadador me ayudó a ponerme el neopreno, antes de cerrármelo me preguntó “¿Te has puesto vaselina?”. Yo no sé si se estaba riendo de mí, o si el tío tenía un plumero tras la espalda.
- No,  y tampoco la necesito, gracias- contesté con una expresión completamente confusa.
Como siempre, el tiempo acaba con las confusiones.
Salida del primer grupo, los mejores. Salen tranquilos, nada que ver con las competiciones, se meten en el agua con mucha calma y no se dan ni medio codazo para salir antes. Eso me tranquilizó. Tampoco vi un ritmo muy duro, no sabía si pensar que era gente poco preparada o demasiado preparada para llevar a cabo una dosificación perfecta.
Cuenta atrás de mi salida, la gente gritaba junto con el portador del altavoz: 10, 9,8... En el 3 cambió al “preparados, listos, ya”. Nunca he sido partidario de estas indicaciones previas a la salida, prefiero que me coja de sopetón, como el que arranca una tirita, un solo golpe, no tres. 
-¡Preparados!, ¡Listos!- No sé a quién se le ocurrió hacerlo de esta manera, pero no creo que empleara muchos años de estudio, si estoy preparado también estoy listo y a viceversa. Reitero, lo único que consiguen es aumentar el nerviosismo.
-¡ya!- Es curioso, pero a pesar de que te han dicho que te prepares dos veces. Te pilla desprevenido, tardas unos segundos más en darte cuenta de que ha empezado. El corazón vuelve a su estado normal, la respiración ya es natural. Se acabó el sufrimiento, o eso crees…
Salgo con mucha calma, despacito y con buena letra. Primero me adapto al mar, luego ya veré si fuerzo un poco más o menos.
Lo de adaptarse al mar no es ninguna broma, cuando entras, el frío del agua te provoca una de esas sensaciones como cuando el gracioso de turno te moja con agua muy fría, o cuando el apalancado de tu hermano se ha estado duchando dos horas con agua caliente y te ha dejado que el agua fría te martirice. Te cuesta más respirar, los músculos se contraen… No es agradable. Pero antes de los 300 el cuerpo se adapta a la temperatura del mar.
El tema del desayuno lo cubrí durante la travesía, un quilo de sal como mínimo. Estoy exagerando, pero tragué mucha agua.
Las manos, pies y cara estaban congelados,  pero se aguantaba el frío, dicen que va bien para la piel… La verdad es que en el momento me daba absolutamente igual, en realidad ahora también.
Hasta el quilómetro 2 las sensaciones son buenas aunque mi posición deja bastante que desear, mi ritmo no es muy fuerte pero estoy bien, puedo aumentarlo. Todo iba demasiado bien... Comienzan los problemas.
El frío de manos, pies y cara estaba empezando a picar fuerte. Me costaba mover los pies, cerrar las manos y la cara ardía, sin exagerar, no podía sonreír. Que sensación más rara, tampoco tenía tanto frío, pero no sé porque las extremidades estaban paralizadas. El frío se empieza a transmitir por todo el cuerpo y los dientes se empiezan a dar golpes efusivamente.
Tenía la costa a menos de 100 metros y cayacs o lanchas a menos de 50, la posibilidad de retirarse molesta bastantente. Comienza la lucha Rambo Vs Birmania. El ritmo bajó mucho, estaba más centrado en evadir el frío que en la técnica y fuerza del nado.
Al quilómetro tres me acordé de lo de la vaselina, debido al roce del neopreno con la piel por el movimiento de brazos y cuello se me empieza a pelar la piel tras las axilas y el cogote. Cada vuelta de brazo notaba ese dolor, empezaba lo que es rascar sobre lo rascado. Piel a carne viva, sal acuchillando y un quilómetro por delante.
Las otras cremas que se colocaban los nadadores eran para no pasar frío en las partes del cuerpo que estaban descubiertas… Ahora entiendo porque me está costando tanto. (Hay que decir que me paso una bestia en bañador corto).
Al fin veo la meta, el frío me tiene hecho polvo, pero aún peor las heridas del cuerpo, escuecen mucho. Miro hacia atrás y veo sólo a cuatro nadadores. Otra dosis de humildad, necesarias para los entrenos.
Al salir del agua intenté unas tres veces colocarme en pie, cada vez que lo intentaba caía al suelo, como si hubiera un terremoto. Pero tarde muy poco tiempo en estabilizarme e ir hacia el avituallamiento. Por el camino algún nadador me recordaba que tenía heridas.
-          “A gracias, no lo sabía”.
Competición para “aprender de los errores”, siempre hay que pasar alguna de estas para poder seguir. A pesar de mi penosa posición (entre los 5 últimos), estoy bastante contento. He entrenado lo más difícil del triatlón, la capacidad de sufrimiento.


viernes, 13 de abril de 2012

A rueda hasta Terradillo

La noche de burgos la pasamos en el albergue municipal, el albergue está bastante bien, pero tiene un inconveniente que nos dio la noche a los cuatro, justo abajo hay una discoteca, tuve que comprobarlo al día siguiente por la mañana porque pensaba que era un zoológico. Un (con perdón) subnormal se dedicó a gritar “ANTONIO UNA DE QUESO” toda la noche, supongo que era una broma, poco me quedó para bajar y estamparle la llanta de la bici en la cabeza.
Por tanto con pocas horas de sueño y un desayuno demasiado ligero hicimos funcionar las máquinas, el cuentaquilómetros empezaba a numerar.
Salimos los cuatro iniciales junto con dos nuevos ciclistas llamados Lander y Cristobal. A Fernando le vino anillo al dedo estas incorporaciones, en especial Lander, que le dejó un culot largo.

Al principio el frío calaba los huesos, pero a los diez minutos de pedaleo se entraba en calor. Nos pusimos los seis en pelotón aprovechando la rueda del de delante. Se trata de ponerse uno detrás del otro, el primero de la fila se traga todo el viento y ha de hacer más fuerza sobre el pedal, cuando está cansado, el de atrás de la fila que ha hecho menos fuerza le coge la posición, y así se va rotando. La verdad es que nos salió un poco chapuza, pero nos fue bien.




El recorrido era todo plano, con campos y llanuras que la vista no alcanzaba ver el fin, en general era bastante bonito, pero ni punto de comparación con lo que nos esperaba. Lo más bonito fue el castillo de Castrojeriz, básico detenerse con un aperitivo para verlo.


Hay una pendiente de un quilómetro y un 12% de desnivel hasta lo alto de mostelares, nos dejó atosigados, pero recuperamos la forma del músculo en la bajada. Justo abajo empezó a llover, Lander decidió tirar para escapar de la lluvia, se separaron nuestros caminos. El resto tiramos bajo la nube agresiva hasta Boadilla del Camino.
Allí nos comimos dos bocadillos de tortilla con chorizo cada uno, os aseguro que ha sido el mejor bocadillo que he probado en mi vida (excepto el de albóndigas de Ciudadella-Menorca). El restaurante era un clásico del norte, una casa impregnada de rusticidad y antigüedades. Para que os hagáis una idea, la calefacción era de la época Románica, es decir, el calor venía del suelo. ¿Los romanos tenían suelos calefactores? Sí, hogueras bajo las baldosas, increíble pero cierto. Chupito de Orujo de hierbas del lugar y otra vez a rodar.
Nos adelantamos una etapa y acabamos en un albergue en Terradillo de los templarios, donde después de una buena cena y una cerveza nos fuimos a los brazos de Morfeo.
Eugenio y Fernando muy amables nos ofrecieron a Eduardo y a mí la habitación con menos gente. ¿Amables? Qué cabrones, una habitación con sólo dos personas más que contaban como 40 olores corporales, era insoportable ¡madre mía!, esos guiris llevaban unos cuantos años sin tocar el agua. Qué asco, nos costó dormir mucho, pero el culmen fue cuando el oso panda ese se puso a roncar. Nunca, repito, NUNCA había escuchado algo igual, ese tío se dejo la garganta, cuerdas vocales y faringe en esa habitación.
Datos de la etapa:
Desde Burgos a Terradillo de los Templarios
Distacia: 115 km
Tiempo de pedaleo: 5:41:21 horas
Altura ganada: 783 metros
Máxima altura: 937 metros
Mínima altura: 764 metros
Quilómetro más rápido: 1:27 minutos



jueves, 12 de abril de 2012

Camino de santiago: Etapa 0

El camino de Santiago básicamente es una ruta que cruza todo el norte de España. Se puede empezar desde Francia o desde cualquier punto intermedio que haya hasta Santiago de Compostela. Normalmente Se hace a pie, sobre las dos ruedas o hasta incluso cabalgando (por poder se me ocurren muchas más, pero yo no he visto nada más). 
Visto así, es un gran viaje: se visitan lugares increíbles, ampliamos nuestra cultura gastronómica, ampliamos el círculo de amistades, experimentamos nuevas sensaciones y encima se hace deporte. Parece ser un viaje de lo más completo. Nadie diría que es una pérdida de tiempo hacerlo, puede parecer más o menos atractivo, pero no son unas malas vacaciones.
No es fácil escribir sobre esto, tiene sus dificultades hacer un enfoque entretenido de este viaje. Si explico el recorrido nadie duraría más de 1 minuto leyendo: “Empieza una subida rocosa, luego hay una curva a la izquierda y luego a la derecha, sigue una recta interminable que al final de esta hay una casa blanca…” Nada, que es infumable. Si me centro en su dureza y sus sensaciones, es demasiado obvio: “las subidas cansan, el llano no tanto, y en bajadas descansas, cuando hay buenas vistas, mola, y cuando hay asfalto y llueve, raya” Absurdo hablar sobre esto…
Una imagen vale más que mil palabras, pero estar en el lugar donde se realizó la fotografía, vale más que mil imágenes. Me explico: podría plasmar sobre el papel detalle a detalle cada punto, podría describir lo mejor posible cada trozo del camino, cada sensación… Hasta incluso podría hacer un foto reportaje en 3D y una película en IMAX. Seguiríais sin entender bien que es el camino de Santiago (siempre que no se haya hecho, claro está).
Este viaje va más allá de todo esto, estar pedaleando y pensar que cada una de esas pedaleadas contribuye a cumplir un objetivo: llegar al destino final, a la ciudad donde se encuentra la tumba del apóstol. Por muy fuerte que le des al pedal, la distancia que recorres por la pedaleada es algo insignificante en comparación a la distancia que hay en el camino, sin embargo, el cúmulo de pedaleadas son la clave del éxito, moraleja fácil de entender, pero arde en la cabeza cuando estas allá.
A medida que vas recorriendo el norte, vas notando sus diferencias culturales, sus diferencias geográficas, ambientales, sociales, gastronómicas… Por ejemplo, es gracioso observar la convergencia que hay en los acentos de las personas hacia el acento gallego mientras avanzas hacia Santiago, entre muchas otras, que iré explicando en futuras entradas.
Cada pueblo tiene su encanto y su gracia. El hacer el camino a pie o en bici representa tener un sufrimiento que colorea los sentimientos. Al sufrir, se valora mucho más cada paisaje, cada pueblo, cada sabor, cada descanso… Se valora más todo, y se vive con más fuerza y con más alegría. Es inexplicable, por ejemplo, la sensación que uno tiene cuando llega a O cebreiro, después de haber hecho un puerto de currículum se goza de unas vistas ESPECTACULARES, saber que estás allí gracias al sufrimiento que se ha tenido, es lo que hace, que sea único e inexplicable.
Dejo video, mirar solo del minuto 1:36 hasta el 2:20 más o menos.
Nuestro viaje comenzó en Burgos hasta la capital Gallega en 6 etapas, colgaré una entrada diaria explicando las etapas por orden cronológico. El objetivo es que todo el que las lea ponga a punto su bici y se disponga a probarlo.
Sin duda alguna, es uno de los mejores viajes que he hecho en mi vida, y el resto de compañeros que se atrevieron a venir con migo, no se atreverán a negarlo.
Resumo brevemente lo que sería la Etapa 0, porque resulta ser bastante graciosa:
Llegamos a la estación de sanz con una sonrisa en la boca y mucha broma de por medio, en 5 minutos las caras se alargaron, y nadie tenía huevos a hacer media broma. Transcribo el diálogo que nos cerró la boca:
JT: “Buenos días el amo, aquí tiene los billetes” (Risas por lo de “el amo”)
Trabajador del Ave: “¿Dónde vais con las bicis?”
JT:”Al Camino del Santimago a palparla un poco” (Risas)
Trabajador del Ave: “Las bicis no se pueden subir al tren DE NINGUNA MANERA en horarios diurnos” (Ceden las risas)
Después de estar preguntando a varios trabajadores llegamos a la conclusión de que lo mejor sería vender los billetes y empezar de 0.
Ante varias posibilidades escogimos una que no creo que nadie la diría, fuimos en taxi a un precio asequible. Yo personalmente desconocía la posibilidad de poder cruzar España en el coche rayado, y aún menos la posibilidad de meter a 5 personas, 4 bicis, 4 mochilas, 8 alforjas y 8 llantas en el vehículo. Cabía, a duras penas, con llantas sobre la cabeza y alforjas en los pies, pero se consiguió.


Una vez en burgos dejamos las cosas en el albergue, nos hicimos la credencial y fuimos ha dar una vuelta por Burgos. La catedral es increíble, pero el hambre que teníamos no nos dejó más que verla cinco minutos. Fuimos a un bar de tapas llamado “Gaona” situado en el casco antiguo de la ciudad, muy parecido al Borne.


Respecto al restaurante… Madre mía, era un manjar eso, voy a dejar lo que degustamos para que se os seque la boca un poco: Manitas de cordero, pincho de pulpo con pimientos, montadito de jamón seco con morcilla y cecina, pincho de hamburguesa acompañada de frito, pincho de champiñón con jamón ibérico…Y muchas otras delicias que con el sabor de la cerveza hicieron una cena de dioses. He parado para que no os comierais la pantalla del ordenador.



Antes de ir a dormir al albergue, nos tomamos un buen vino en una terracita del barrio.


El viaje para nuestro gusto empezaba viento en popa, estaba claro que iba a ser una escapada llena de anécdotas… No nos equivocamos en absoluto.