Empezar a notar como la respiración se descontrola
completamente, se olvidan del ritmo que imponen las piernas. Entran pequeñas
caladas de aire y salen expulsadas por la misma boca al instante. Pero te corriges:
"inspirar por la boca, expulsar por la nariz". Siempre se llega tarde
y el flato ataca.
Las piernas agarrotadas bajan el ritmo, el chasquido de los
dientes y la mirada clavada en el corredor de delante dejan claro que aquí se
ha venido a sufrir hasta el final, nadie te ha pedido que reduzcas la
intensidad.
Pero lo peor de todo está por llegar... Aunque en realidad
es lo que hace de este deporte una auténtica maravilla.
10 km mixtos por delante, salgo entre los 10 primeros. Allí
se encuentra mi objetivo, no bajar del pódium largo. Para ello tengo calculado
el ritmo, 37 minutos los 10 km.
Mantengo un ritmo algo superior, me junto con los primeros. Poco
a poco se van distanciando los tres primeros. Es un clásico, siempre son tres,
no hay sitio para un cuarto. Me quedo sólo en noveno lugar. Vamos a aguantar
esta posición como un león.
Al km 5 noto como alguien me empieza a ganar terreno, este
me pondrá problemas. Así hasta el km 8, tengo detrás al mismo corredor presionándome,
voy girando la cabeza y observo que me gana metros por minuto.
Es aquí, cuando se te llena la cabeza de paja y sólo quieres
parar. Todo el cuerpo se alía para que sufras, te está avisando: "Para, te
estás excediendo"... "A eso he venido".
Dejo de mirar hacia atrás y cambio los papeles de la
situación, paso de ser presa a depredador, voy a por el de delante que me saca
una distancia considerable. Subo el ritmo, el aire es expulsado con una nota de
voz al estilo Rafa Nadal.
Este es mi terreno, cuando hay que sufrir. A 150 metros de
meta adelanto al 7mo lugar, nos echamos una mirada que nos lo decimos
todo: "ESPRINT FINAL", mi
mirada aguantó un poco más porque quería transmitirle algo más: "NUNCA HE
PERDIDO UNO".
Hablo de ese duelo final donde sólo trabaja la cabeza; las
piernas y los brazos se mueven sólo porque la cabeza los engaña. La mayoría de los
corredores no se preocupan mucho por esta posición tan sufridora. Tiene
sentido, te dejas todos los músculos del cuerpo para ganar una posición irrelevante.
Pero los buenos corredores son peligrosos porque les da igual la posición, lo
que les preocupa eres tú mismo. No se van a dejar ganar en los últimos metros.
Esprintamos los últimos 50 metros. Nada, reiterando lo que
le dije al mirarlo. No pretendas ganar en la última recta a un chalado que ha
cruzado varias metas cayendo al suelo.
Cuando cruzas la meta, la satisfacción te hace entender todo
lo que has sufrido. Y por eso, vale la pena sufrir hasta el último centímetro del
millón que hay.
El mejor tiempo de mi vida en los 10 km de cursa mixta:
35,48 minutos. Segundo de mi categoría y 7o de la general. Unos resultados de
los que me siento muy orgulloso.
Pero hubo más guerreros en esa carrera, el equipo de
ciclismo de Decathlon Mollet, lucharon hasta batir sus ambiciosas metas. Quim
Pereira, Joan Parés, Javier Santamaría, Guillermo Caro y Jose Manuel Monge:
Calma, cabeza y coraje.
Salud y km,
Cuántos cuerpos darían sus piernas por tener tu cabeza!!!
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