martes, 7 de agosto de 2012

Una vida en diez segundos

La mirada clavada en el suelo, ni siquiera el reflejo del párpado es capaz de borrarme por un instante la gruesa línea marrón, la amplitud de mi vista me permite ver, aunque de manera borrosa, las líneas blancas que delimitan mi carril.
Las yemas de los dedos y mi rodilla están empujando al suelo para mantener el equilibrio de mi cuerpo, los pies contribuyen presionando las placas traseras que me servirán de impulso. Aunque estén en tensión no se quejan, saben que el resto de los músculos de mi cuerpo están en la misma situación.
A pesar de las 80.000 gargantas en funcionamiento, unas castigando a las cuerdas vocales y otras en descanso, yo estoy en mi silencio. Estar en mi silencio no significa escuchar el silencio, la propia respiración es imposible de acallarla. La escucho, inhalo con mucha potencia en un espacio temporal muy breve y exhalo con calma. En cada proceso completo de respiración noto como una bestia quiere escaparse de mi cuerpo.
La bestia, que deciros de ella… Todo el mundo la ha tenido dentro alguna vez. Te atormenta cada segundo del día, está siempre allí. Y lo peor de todo es que le tienes mucho miedo, pero por mucho temor que le tenga, la única manera de desprenderme de ella es acabar lo que ya he empezado.
Empezar es fácil. Desgraciadamente, demasiado fácil. Pero acabar… sólo acaban los fuertes, aquellos que han plantado cara a la bestia. Por eso estoy aquí, a cien metros de la meta y a cero de la salida.
Silbido. La rodilla se despega del suelo y deja que el peso del cuerpo se lo repartan los dedos. Los sentidos se agudizan y la bestia presiona mi garganta con mucha rabia. Los ojos parpadean, vuelvo a mirar al suelo y cuento mi último segundo…
El segundo más largo de mi vida. Después de una vida entera de lucha estoy a poco de recibir mi recompensa… PUM¡
Impulso el pie con toda mi fuerza, y me pongo a correr con todos los músculos de mi cuerpo, hasta la mandíbula aporta su granito de arena. Todo mi cuerpo aliado para sacar la bestia de mi corazón.
Cruzo la meta el primero. Vuelvo a escuchar todo lo que suena a mí alrededor, 80.000 gargantas, pero esta vez no descansa ni una. La bestia ha salido disparada de mi boca.
Soy el campeón del mundo, ahora sólo queda una cosa… Batirme a mí mismo.
Usain Bolt
Salud y Kilómetros

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