miércoles, 18 de abril de 2012

Las apuñaladas de la innexperiencia

Ir sobre la moto con el neopreno puesto por las rondas es una sensación curiosa, así es como iba hacia premià de mar para nadar desde allí hasta Masnou, una travesía por aguas abiertas de 4 quilómetros.  
Tenía muchas ganas de lanzarme al agua y superar este reto, pero a la vez tenía miedo, nunca antes había nadado más de 2 quilómetros seguidos, estaba duplicando la distancia.
Llegué con suficiente tiempo como para dejar la moto en Masnou e ir a pata hasta las olas mientras visualizaba el recorrido. No soy Barbaroja ni muchísimo menos, pero me picaba que había corriente en contra. Lo que me faltaba, el miedo se apodera poco a poco de mí.
Los concursantes generalmente eran grupos de clubs de natación, se ayudaban entre ellos a ponerse el neopreno, a colocarse unas cremas que posteriormente sabría para que se utilizan, hacerse fotos, comentar la jugada de ayer… Pero había uno que iba completamente sólo.
 Es cierto, estuve buscando a algún lobo solitario por la costa para comentarle la jugada, alguien inexperto como yo para repartirnos el miedo, pero la verdad es que no había nadie. La gente se reía, conseguía hablar de cosas no referentes al nado… estaban tranquilos.
Un nadador me ayudó a ponerme el neopreno, antes de cerrármelo me preguntó “¿Te has puesto vaselina?”. Yo no sé si se estaba riendo de mí, o si el tío tenía un plumero tras la espalda.
- No,  y tampoco la necesito, gracias- contesté con una expresión completamente confusa.
Como siempre, el tiempo acaba con las confusiones.
Salida del primer grupo, los mejores. Salen tranquilos, nada que ver con las competiciones, se meten en el agua con mucha calma y no se dan ni medio codazo para salir antes. Eso me tranquilizó. Tampoco vi un ritmo muy duro, no sabía si pensar que era gente poco preparada o demasiado preparada para llevar a cabo una dosificación perfecta.
Cuenta atrás de mi salida, la gente gritaba junto con el portador del altavoz: 10, 9,8... En el 3 cambió al “preparados, listos, ya”. Nunca he sido partidario de estas indicaciones previas a la salida, prefiero que me coja de sopetón, como el que arranca una tirita, un solo golpe, no tres. 
-¡Preparados!, ¡Listos!- No sé a quién se le ocurrió hacerlo de esta manera, pero no creo que empleara muchos años de estudio, si estoy preparado también estoy listo y a viceversa. Reitero, lo único que consiguen es aumentar el nerviosismo.
-¡ya!- Es curioso, pero a pesar de que te han dicho que te prepares dos veces. Te pilla desprevenido, tardas unos segundos más en darte cuenta de que ha empezado. El corazón vuelve a su estado normal, la respiración ya es natural. Se acabó el sufrimiento, o eso crees…
Salgo con mucha calma, despacito y con buena letra. Primero me adapto al mar, luego ya veré si fuerzo un poco más o menos.
Lo de adaptarse al mar no es ninguna broma, cuando entras, el frío del agua te provoca una de esas sensaciones como cuando el gracioso de turno te moja con agua muy fría, o cuando el apalancado de tu hermano se ha estado duchando dos horas con agua caliente y te ha dejado que el agua fría te martirice. Te cuesta más respirar, los músculos se contraen… No es agradable. Pero antes de los 300 el cuerpo se adapta a la temperatura del mar.
El tema del desayuno lo cubrí durante la travesía, un quilo de sal como mínimo. Estoy exagerando, pero tragué mucha agua.
Las manos, pies y cara estaban congelados,  pero se aguantaba el frío, dicen que va bien para la piel… La verdad es que en el momento me daba absolutamente igual, en realidad ahora también.
Hasta el quilómetro 2 las sensaciones son buenas aunque mi posición deja bastante que desear, mi ritmo no es muy fuerte pero estoy bien, puedo aumentarlo. Todo iba demasiado bien... Comienzan los problemas.
El frío de manos, pies y cara estaba empezando a picar fuerte. Me costaba mover los pies, cerrar las manos y la cara ardía, sin exagerar, no podía sonreír. Que sensación más rara, tampoco tenía tanto frío, pero no sé porque las extremidades estaban paralizadas. El frío se empieza a transmitir por todo el cuerpo y los dientes se empiezan a dar golpes efusivamente.
Tenía la costa a menos de 100 metros y cayacs o lanchas a menos de 50, la posibilidad de retirarse molesta bastantente. Comienza la lucha Rambo Vs Birmania. El ritmo bajó mucho, estaba más centrado en evadir el frío que en la técnica y fuerza del nado.
Al quilómetro tres me acordé de lo de la vaselina, debido al roce del neopreno con la piel por el movimiento de brazos y cuello se me empieza a pelar la piel tras las axilas y el cogote. Cada vuelta de brazo notaba ese dolor, empezaba lo que es rascar sobre lo rascado. Piel a carne viva, sal acuchillando y un quilómetro por delante.
Las otras cremas que se colocaban los nadadores eran para no pasar frío en las partes del cuerpo que estaban descubiertas… Ahora entiendo porque me está costando tanto. (Hay que decir que me paso una bestia en bañador corto).
Al fin veo la meta, el frío me tiene hecho polvo, pero aún peor las heridas del cuerpo, escuecen mucho. Miro hacia atrás y veo sólo a cuatro nadadores. Otra dosis de humildad, necesarias para los entrenos.
Al salir del agua intenté unas tres veces colocarme en pie, cada vez que lo intentaba caía al suelo, como si hubiera un terremoto. Pero tarde muy poco tiempo en estabilizarme e ir hacia el avituallamiento. Por el camino algún nadador me recordaba que tenía heridas.
-          “A gracias, no lo sabía”.
Competición para “aprender de los errores”, siempre hay que pasar alguna de estas para poder seguir. A pesar de mi penosa posición (entre los 5 últimos), estoy bastante contento. He entrenado lo más difícil del triatlón, la capacidad de sufrimiento.


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