miércoles, 2 de mayo de 2012

Del Wiskie al IronMan

Triathlon, cuando se escucha por primera vez esa palabra, cuando te explican por primera vez que es… Lo ves tan lejano y tan difícil, que lo dejas pasar, no te paras a pensar si podrías conseguirlo. “Vaya locura, hay que entregarse en cuerpo y alma para hacerlo, no me da la vida hacer tres deportes”.
Sin embargo, no es así, está al alcance de todos. Los entrenos han de ser duros y exigentes, sino fuera así no tendría ninguna gracia todo esto. Vas luchando cada quilómetro, cada metro… Cada pedaleada, cada zancada, cada brazada… Y sin darte ni cuenta ves que no estás tan lejos, que puedes coronar un triatlón.
El día que me decidí a hacer mi primer Triatlón estaba con un cigarro en una mano y una copa de wiskie en la otra. Llevaba un verano sin salir a correr, años sin hacer una salida en bici y prácticamente la vida sin nadar. Eduardo Conde, un buen amigo, me comentó entre copas la posibilidad de realizar una de estas pruebas, en concreto, un triatlón Olímpico. Tenía pinta de ser habladeras de borrachos.
Con dolor de cabeza y el aliento alcoholizado fuimos a nadar 750 metros. Cuando acabé, al menos yo, estaba mareado, me dolían las orejas, la nariz, la cabeza… ¡Y SÓLO HABÍA HECHO LA MITAD DE LA PRIMERA PRUEBA! Desanima mucho, hay un sacrificio de por medio y una victoria desconocida por delante. ¿Qué gano con todo esto?
No lo dejé allí, fui entrenando día a día con un cierto grado de exigencia, en parte gracias a EC, que nos acompañábamos en la mayoría de entrenos. Cada día que pasaba, me gustaba más, me veía mejor y más fuerte, ese primer reto empezaba a estar a mi alcance. Y lo deseaba con fuerza.
Levantarte el día de la competición a las 6 de la madrugada para hacer un primer triatlón es una sensación increíble:
Nervioso, se siente una respiración no controlada, no espontanea, pero se intenta evitar, como si se tratara de cualquier otra cosa, simplemente buscando la normalidad. Se da mucha más importancia de lo que es, pensándolo en frío, ¿Por qué me he de preocupar?, pensándolo en situación… No lo piensas.  La cabeza es experta en mostrarte las peores situaciones que te puedan ocurrir, tan malas como improbables y tan improbables como aterradoras.
Atento al oleaje, a la gente con gorro y gafas, a los que llevan cámaras de fotos, tejanos y camisa, a los del chaleco amarillo, los del chaleco rojo… Y sobretodo atento a tus movimientos y  tus expresiones faciales.
En estas ocasiones no puedes exteriorizar tus miedos, buscas engañar, que  la gente vea que estás acostumbrado a todo esto, es una más. Escupes al suelo y giras la cabeza con chulería, que vean que estás tranquilo. Piensas que todos te observan, pero la realidad es que nadie sabe de tu existencia.  Encuentras a tu presa mirando confundido a todos lados, se le ve el miedo, ¡te he pillado!, pero entonces el te descubre a ti, no se deja imponer tan fácilmente, sonríe levemente y camina con alevosía.  Acaba convirtiéndose en una batalla campal de los débiles e inexpertos, haber quien disimula más el miedo. Nos vemos las caras en el agua.
-          ¡Faltan 15 minutos para la salida de élite!
Salida de élite, este nombre sí que impone. Élite, ¿Qué es élite?, no lo sé, pero suena bien. Me acerqué a la zona donde estaban estos guerreros. No estaban nerviosos, se les veía seguridad, estaban atentos al fondo azul, la mirada fija. Parecían titanes, no me atrevía a disimular nada, si me miraban bajaba la mirada y asumía mi derrota, están  muy por encima mío.
-          ¡Faltan 10 minutos para la salida de élite!
-          ¡Faltan 5 minutos para la salida de élite!
-          PUM.
Miraron su reloj una fracción de segundo y se lanzaron al agua como delfines, parecían una única ola. Multitud de brazos que desaparecían bajo la manta azul y volvían a salir al exterior para volver a clavarse como un puñal en el agua. Al mar no le hacía ninguna gracia y les empujaba con fuertes olas, les intentaba apartar de sus dominios, pero no conseguía prácticamente ni frenarlos, son “élites”. Iba comprendiendo ya su significado.
En estas situaciones se destapan los débiles, todos aquellos que se quedan con la boca entreabierta viendo la sacudida que está recibiendo el Mediterráneo. 
Al cabo de un rato se observaba cómo hasta incluso dentro de “la élite” existe una jerarquía. Un grupo de cinco se adelantaba del resto. No tenían nada de miedo, luchaban contra el agua sin parar, cruzaban las olas sin descansar. 
Sólo se escuchaba hablar de ellos, nadie tenía en cuenta a los de atrás.
-          Míralos, que bestias son.
-          Increíbles, que fuertes están.
-          Como pueden ir así, yo ya me hubiese ahogado.
Al llegar a la mitad de la primera prueba se aliaron con el mar. Las olas ya no impedían, ayudaban. Pasaron de contar de manera ascendiente a descendiente. Es mejor pensar en lo poco que te queda que en lo que te falta.
Empezaban a descubrirse los primeros torsos, habían pasado ya la primera prueba. Empezaron a correr con la mirada aún fija. Flashes, aplausos y ovaciones les rodeaban durante todo el recorrido hasta donde estaban las bicicletas de la élite.
No puede ver más, anunciaron mi salida.
-          ¡Faltan 15 minutos para la salida del grupo 1!
Se me aceleró la respiración a tope, el corazón bombeaba a una velocidad que podría mantener 3 personas en vida, me daba igual lo que pensara la gente de mí, estaba demasiado nervioso como para ponerme a actuar.  La cabeza no paraba de bombardearme con predicciones visuales horribles.
Los carteles e hinchables promocionales, la respiración de la gente, el pesado del altavoz informando la situación de la carrera, los aplausos de las personas… Todas aquellas cosas que dan importancia a la carrera es lo que acaba de hacer florecer tus nervios.
En una situación de este tipo se mira al reloj cada 15 segundos, segundos que parecen minutos, y a medida que van pasando hacen crecer tus nervios. Esa sensación de claustrofobia que se siente es dura de soportar, ya no puedes volver atrás, estás aquí y no tienes otra.
-          ¡Faltan 10 minutos para la salida del grupo 1!
Demasiado tiempo. Estaba en contacto con el resto de competidores. Me colocaba el gorro y las gafas, me lo sacaba, me lo volvía a colocar, me lo sacaba… Cualquier cosa para matar el tiempo.
-          ¡Faltan 5 minutos para la salida del grupo 1!
Se para el tiempo, escuchas el silencio. El corazón podría mantener 15 personas vivas, tu respiración podría hinchar un neumático de tractor. Es insoportable. 5 minutos durísimos. PUM, comienza el reto.



 La llegada a meta es inexplicable, se ha conseguido. Esa bestia que te cortaba la respiración ha salido de estómago, pero, siempre aparece otra. Te cuelgan la medalla de Finisher y es un tesoro personal. Si ese día me llegan a dar el palo vuelvo desnudo pero con la medalla colgando. Era lo que más quería en el momento, era el símbolo de la superación de mi reto personal.
Pero al día siguiente quieres más, eso no puede quedar allí, sientes que has de continuar… En pocos meses me veo entrenando para el IronMan, siendo de los más jóvenes de la competición.  
Curioso, me lo llegan a decir la misma noche que estaba con mi wiskie-cola y mi cigarro marca “camel” y me entra un hartón de reír. ¿Un IronMan? Si voy hasta la bolla y me ahogo, si mi bici tiene telarañas, si… ya no río, tiemblo, pero con los dientes cerrados, dispuesto a dejármelo todo en el campo de batalla, a nadar cuando me falte la respiración, a pedalear cuando se me encojan los músculos y a correr cuando mi cuerpo me lo prohíba. De esta carrera depende mi actitud, puedo ser un avaricioso impulsivo o un IRONMAN,  no pienso dejar ni que la avaricia ni la impulsividad sean parte de mí, eso lo tengo claro. Y todo esto ¿Por qué?, No lo sé. Eso es lo mejor de todo.
Con todo esto quiero decir, que en esta vida no hay tiempo para tener miedo o para decir “Bah paso”.  El tiempo es justo, y hay que ir a saco. Siempre con cabeza.
Haber como acaba este capítulo, pero está claro que será interesante.

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